La educación en derechos humanos contribuye a crear bases de apoyo en materia de derechos humanos al fomentar el conocimiento y las aptitudes de personas y grupos sobre cuestiones de derechos humanos, y al transformar las actitudes y conductas, creando una demanda de cambio en derechos humanos.
En este contexto, el papel de la educación en derechos humanos es de transformación. Puede dar lugar a que los grupos marginados o desfavorecidos comprendan que la situación existente no es la norma, que tienen los mismos derechos que todas las personas, y que tienen también el derecho de ejercerlos y de reclamar que se cumplan en la realidad. Esto se logra a partir del empoderamiento de los titulares de derechos, para que cuenten con las herramientas necesarias para demandar la materialización de los mismos.
La educación en derechos humanos nos permite adquirir herramientas y conocimientos y transmitirlos a otros para desarrollar las habilidades y actitudes necesarias con las que promover la igualdad, la dignidad y el respeto por los derechos humanos, en nuestra sociedad y en todo el mundo.
Para que se produzca un cambio real en las vidas de las personas es preciso que éstas conozcan sus derechos, tengan una actitud orientada a los derechos humanos y desarrollen las aptitudes y la confianza necesarias para actuar cuando sus derechos o los de otras personas sean violados.
La educación en derechos humanos desempeña un rol central en este camino, de diferentes maneras. En algunos contextos, es útil para fomentar la capacidad del movimiento, mientras que en otros contribuye a que los propios titulares de derechos para que reclamen sus derechos, y ayuda a los titulares de deberes a comprender sus obligaciones en materia de derechos humanos. Estas funciones convierten la educación en derechos humanos en una herramienta de cambio fundamental.
La educación en derechos humanos es una herramienta participativa, destinada a potenciar a los individuos, grupos y comunidades mediante la promoción de conocimientos, habilidades y actitudes. Cuando se utiliza de forma efectiva, la educación en derechos humanos puede empoderar a los titulares de derechos para que reclamen dichos derechos, garantizar que los titulares de deberes conocen sus obligaciones en materia de derechos humanos, y fomentar la capacidad del movimiento de derechos humanos.
Derechos sexuales y reproductivos
Uno de los fundamentos prioritarios de los derechos sexuales y reproductivos es que las personas tienen derecho a controlar sus propios cuerpos. En ausencia de la habilidad de tomar decisiones informadas sobre sus propios cuerpos, sus relaciones, familias y vidas, se ven afectados otros derechos como el acceso a la salud, a la educación, al trabajo.
Los Estados tienen la obligación de garantizar los derechos sexuales y reproductivos de todas las personas. Gran parte de los/as 1.8 billones de jóvenes en el mundo siguen viviendo sin información y acceso a sus derechos. A pesar de los compromisos asumidos por los Estados hace 20 años en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, de colocar las necesidades de las mujeres y jóvenes, la igualdad y los derechos sexuales y reproductivos como prioridades en los programas de desarrollo, aun persisten serias desigualdades.
Al negar o restringir a los/as jóvenes el acceso a educación sexual integral y a servicios de salud sexual y reproductiva, se incrementan los riesgos de que experimenten violencia sexual, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual (ITSs), entre otras situaciones, que les impiden el pleno goce de sus vidas. Las falencias en el acceso a estos derechos afecta su posibilidad de tomar decisiones sobre sus cuerpos y sus vidas, que implican también decisiones sobre su salud y educación, oportunidades económicas, y de desarrollo en general.
La materialización de los derechos sexuales y reproductivos depende de la comprensión de los modos en que el género y la sexualidad interactúan con las normas culturales que definen el modo en que las sociedades regulan las relaciones interpersonales. Es por ello que se debe trabajar, a través de la educación, en el cuestionamiento de las bases culturales que reproducen estereotipos dañinos para el pleno ejercicio de los derechos.
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