En primer lugar, sólo se puede acceder a la cirugía de afirmación de género en el país si se tiene un diagnóstico de trastorno mental, que no era el caso de Huiming. También se exige el permiso de la familia, y ella sabía con certeza que no lo conseguiría.
Otra posibilidad era viajar al extranjero para someterse a la operación, pero Huiming simplemente no podía permitírselo. “Se rumoreaba que las operaciones costaban, ya entonces, más de 30.000 dólares —dijo—. Es más que los ahorros de toda la vida de muchas familias.”
Desesperada, Huiming* intentó inutilizar sus genitales masculinos aplicándose hielo y llegó a contratar una operación en el mercado negro, pero el médico que iba a realizarla fue detenido.Así que pensó que sólo le quedaba una salida: practicarse ella misma la operación.
“Estaba muy contenta, y asustada. Asustada porque estaba sangrando muchísimo, pude haber muerto allí mismo. También me asustaba morir siendo todavía un hombre, ya que sólo había hecho parte de la cirugía”, contó a Amnistía Internacional. Huiming tiene ahora 30 años.
Su historia es espeluznante pero, por desgracia, no es un caso aislado en China. La discriminación y el estigma de la comunidad transgénero impregna todos los ámbitos de la sociedad, incluidas las profesiones jurídica y médica, y llevó a personas como Huiming a tomar medidas drásticas y a menudo peligrosas en su empeño por ser ellas mismas.
Desde la pubertad, Huiming se sentía profundamente incómoda con el género que se le había asignado al nacer. En su infancia, desarrollar características sexuales masculinas le producía repugnancia. “Me arrancaba el vello de las piernas con una mano mientras hacía los deberes del colegio con la otra”, recuerda.
“Me arrancaba el vello de las piernas con una mano mientras hacía los deberes del colegio con la otra”, recuerda.
No tuvo acceso a Internet hasta la adolescencia tardía; antes, la única información sobre la condición transgénero que había tenido procedía de publicaciones ilegales sobre casos de “ladyboys” (transexuales) de Tailandia. Fue al empezar a investigar en Internet cuando dio los primeros pasos hacia la automedicación.
Desesperada por tener unas características sexuales acordes a su identidad de género, empezó a tomar hormonas en pastillas a diario, cuando sólo debían tomarse mensualmente. Su cuerpo empezó a cambiar rápidamente, pero aún tenía dificultades para aceptarse.
“Me veía como un pervertido, alguien que no era hombre ni mujer”, dijo Huiming, describiendo una lucha constante entre la necesidad acuciante de librarse de sus órganos sexuales masculinos y el temor a ser repudiada por su familia si realizaba el cambio.
Aunque la automedicación y la autocirugía puedan parecer soluciones extremas, buscar ayuda profesional también conlleva infinidad de problemas. Y, en gran medida, se debe a que ser transgénero se considera una enfermedad en la sociedad china.
Yasi, de 22 años, llevaba mucho tiempo atormentada por la idea de “ser un hombre” cuando fue a ver a un psiquiatra en 2017. La experiencia que vivió es idéntica a la de muchas personas transgénero que han buscado asesoramiento médico.
“Cuando hablé con él, me di cuenta de que no veía a las personas transgénero como otro grupo más de la sociedad. Pensaba que éramos pacientes que necesitaban una cura —dijo—.
La mayoría de los médicos, como mucho, entendían el concepto de transgénero pero no tenían los conocimientos necesarios para ayudarte."
Extrañamente, uno de los requisitos para tener derecho a la cirugía de afirmación de género en China es obtener el consentimiento de la familia, aunque seas una persona adulta. Es una conversación que tiende a evitarse y que, para quienes se atreven a tenerla, suele ser traumática.
Cuando Zijia, 20 años, de Chongqing, declaró públicamente que era una mujer transgénero, su familia pensó que estaba enferma.
“Me pidieron que ocultara mi identidad de género, me casara y tuviera un hijo, todo para que la familia entera pudiera ser feliz”, explicó.
A pesar de la falta de apoyo, Zijia no dejó de perseguir la vida que ella quería. Durante años sintió que era un fraude, obligada a disfrazarse de hombre cuando ella se veía como una mujer.
En 2017 empezó a tomar medicación hormonal. Poco a poco, su cuerpo fue cambiando para ajustarse a su identidad de género: piel más suave, senos más grandes y ralentización del crecimiento del vello corporal. Sentía ilusión al ver los cambios progresivos en su cuerpo, aunque su mayor preocupación era, como para tantas otras, el peligro de adquirir y tomar medicamentos falsos.
Al no existir en China canales oficiales de acceso a los medicamentos prescritos, las personas transgénero suelen verse obligadas a obtener los tratamientos hormonales por vías que entrañan riesgos para su vida.
“Estábamos atrapadas en una situación en la que no había profesionales médicos capaces de atender nuestras necesidades de salud y todo el mundo buscaba la forma de automedicarse.”
Otra persona transgénero que tomó el mismo camino fue Shanshan, 21 años, de Pekín, quien recurrió al mercado negro cuando la angustia que le producía su incongruencia de género se le hizo insoportable. Había sufrido frecuentes insultos y palizas de su padre durante toda su infancia a causa de su feminidad.Aunque asistió a uno de los mejores centros de enseñanza secundaria de Pekín, fue víctima de acoso escolar y nunca logró congeniar con el resto de la clase.
“Lo que más me angustia es ser un hombre, un hombre en el sentido físico —explicó—. Era muy doloroso, mucho. A veces me sentía tan mal que quería suicidarme.”
Empezó a comprar medicación hormonal y a tomarla sin supervisión médica. Actualmente sigue automedicándose, y no se le pasa por la cabeza dejar de hacerlo.
“Da igual a donde vaya, siempre tengo que preparar suficientes hormonas —dijo—. Si estoy de viaje y se me acaban, me voy directamente a casa. Tengo que llevarlas encima en todo momento. Si no, moriré. Suspender el tratamiento hormonal es insoportable.”
Mientras persista esta discriminación profundamente arraigada en China, las personas transgénero tendrán que seguir eligiendo entre vivir una mentira o arriesgar la vida para tener unas características sexuales acordes a su identidad de género. Para muchos, la única vía para encontrar apoyo es Internet, donde las personas transgénero comparten sus experiencias y hacen sentir a las demás que no están solas.
Tras su intento fallido de practicarse a sí misma la operación, Huiming se tapó la herida con un grueso montón de pañuelos de papel y tomó un taxi a urgencias. El médico accedió a mentir a su familia y decir que había sufrido un accidente.
Sin embargo, por traumática que fuera la experiencia, a Huiming le sirvió para reafirmarse en quién era ella. Buscó el apoyo de otras personas transgénero y conoció a alguien que cambió su forma de verse a sí misma.
“Era una persona transgénero no binaria, y esa persona me enseñó la posibilidad de vivir con la identidad de género que tengo. Yo no era tan anormal. Había alguien tan ‘anormal’ como yo.”
Finalmente se liberó del miedo que sentía y fue a ver a su madre antes de viajar a Tailandia para someterse a cirugía de afirmación de género in 2017.
“Aunque estaba un poco frustrada, me aceptó”, dijo Huiming sobre la reacción de su madre.
Como primer paso, lo único que pide la comunidad transgénero de China es su aceptación.
*Todos los nombres son ficticios para proteger la identidad de las personas entrevistadas.