Éste es el caso de China durante la pandemia de COVID-19, en tanto que emplea todas las armas de su arsenal tecnológico para combatir la mortífera pandemia que actualmente está azotando el mundo.
Con todo, mientras el país sale gradualmente del confinamiento, cabe preguntarse si estas herramientas de vigilancia, empleadas para abordar la crisis de salud pública, pueden estar utilizándose más ampliamente —y de manera más represiva— para amenazar la privacidad y coartar la libertad de expresión.
Teléfonos que rastrean tus movimientos
La mayoría de las personas que viven en China están acostumbradas a ceder datos personales para acceder a servicios públicos y, durante la pandemia, la exigencia del gobierno para obtener datos ha llegado a ser aún más intrusiva.
En febrero, las tres principales empresas de telecomunicaciones de China mandaron mensajes de texto masivos en los que proponían enviar información de sus clientes relativa a las ciudades que habían visitado (durante cuatro horas o más) en los últimos 15 o 30 días.
Aunque el servicio chino era “voluntario” y, para muchas personas, sin duda oportuno, en poco tiempo se estaba utilizando esta información para restringir la circulación de personas. Muchas estaciones de tren, e incluso barrios residenciales, pedían a los pasajeros y residentes que facilitaran dicha información para comprobar si habían estado en zonas gravemente afectadas por el virus (como la provincia de Hubei) antes de permitirles entrar.
Cabe señalar que los datos de itinerancia o GPS de los teléfonos móviles no pueden indicar con una precisión del 100% dónde ha estado una persona. Muchas personas se han quejado de que sus “datos de itinerancia” correspondían a lugares a los que no habían ido físicamente.
Identificación para utilizar el metro o ir al cine
En una acción similar, ciudades como Shanghai y Shenzhen han empezado a pedir a las personas que viajan entre su hogar y el trabajo que se registren antes de utilizar el servicio de metro de la ciudad. Sólo podrán subirse al tren las personas que declaren su identidad en una aplicación telefónica. La idea es saber si se ha viajado con personas sospechosas de estar infectadas, y posteriormente hacer un seguimiento de sus contactos cercanos.
Un sistema similar de comprobación de la identidad se ha sugerido para los cines, cuando vuelvan a abrir, y se pedirá a los espectadores que proporcionen información personal detallada para acceder a su butaca.
Códigos sanitarios que restringen la circulación
Mientras tanto, gigantes tecnológicos como el servicio de mensajería WeChat y la plataforma de pago Alipay han aplicado códigos QR de colores para etiquetar cuán “segura” es una persona. Empleando un conjunto de datos personales entregados de manera voluntaria y datos municipales se genera un código de tres colores: verde, para “seguro”; amarillo, que exige una cuarentena de siete días, y rojo, para una cuarentena de 14 días.
Sólo en la provincia de Zhejiang, más de 50 millones de personas se inscribieron para obtener los códigos sanitarios de Alipay en las dos semanas posteriores a su implementación. Según un reportaje de New York Times, al parecer el programa envía la ubicación y el código de identificación del usuario a un servidor conectado con la policía. Ello podría permitir a las autoridades rastrear los movimientos de las personas a lo largo del tiempo.
Ubicación identificada en un asiento de tren
La empresa pública China Electronics Technology Group Corporation (CETC) también ha lanzado una plataforma llamada Detector de Contactos Cercanos, que obtiene directamente del gobierno información sobre el tráfico, los trenes y los vuelos. Según un medio de comunicación estatal, la plataforma puede identificar con exactitud la ubicación de un pasajero en un vuelo o un tren hasta a tres filas de un sospechoso de portar el virus.
Distintas provincias, distritos o incluso centros comerciales a menudo exigen programas informáticos distintos, lo que implica que la gente debe descargar múltiples aplicaciones. La minería de datos está teniendo lugar a una escala sin precedentes, pero no está claro cómo la utilizarán las empresas y el Estado tras la pandemia.
Uso de la tecnología para actuar contra activistas de derechos humanos
Durante mucho tiempo, la vigilancia invasiva ha sido una realidad para los defensores y defensoras de los derechos humanos en China. Las autoridades habían instalado numerosas cámaras de vigilancia fuera del apartamento de Li Wenzu, esposa del recientemente liberado abogado de derechos humanos Wang Quanzhang. El año pasado, durante el foro de negocios de la Franja y la Ruta, en todo el país se impidió a personas críticas con el gobierno y quienes habían planteado reclamos comprar billetes de tren a Beijing ya que estaban en la lista negra del sistema de venta de billetes. Las autoridades también han exigido a algunos defensores y defensoras de los derechos humanos llevar pulseras de localización en todo momento.
Tememos que el gobierno utilice la pandemia como excusa para normalizar e impulsar varias medidas de vigilancia. La rápida adopción de políticas estrictas y herramientas tecnológicas pueden muy bien acelerar la capacidad de China para rastrear la ubicación de ciudadanos y ciudadanas y limitar aún más las libertades.
¿Hasta dónde llegará?
El gobierno chino ha pasado años desarrollando tecnologías para facilitar la vigilancia intrusiva masiva. Durante la pandemia, está utilizándolas a una escala mucho mayor en nombre de la salud y la seguridad públicas. El momento actual se describe reiteradamente como un “periodo extraordinario” que exige medidas extraordinarias.
Sin embargo, el incremento de las medidas de vigilancia será ilícito si no cumple unos criterios estrictos. La medidas han de ser necesarias, proporcionadas, de duración limitada y transparentes, y no deben causar más perjuicios que beneficios.
Las medidas introducidas en China no parecen cumplir estas condiciones, y podrían constituir una violación del derecho a la privacidad. La tecnología debería emplearse para salvar vidas, pero el historial de China en materia de derechos humanos indica que el actual clima de vigilancia sin control podría durar más que la pandemia.
Este artículo se publicó originalmente en The Independent