“Mhux problema”, dice sonriendo Kader, de 19 años. Está limpiando la mesa de la cocina, y yo le estorbo. “Quiere decir ‘no hay problema’ en maltés.”
Es un sábado por la tarde, y me encuentro en un inmaculado apartamento, a las afueras de La Valeta, que Kader comparte con Amara y otros jóvenes de África Occidental. Abdalla acaba de llegar del otro extremo de la ciudad, tras haber terminado su turno en un almacén de juguetes, y Amara prepara café para todo el mundo. Estos tres jóvenes son conocidos como “los tres de El Hiblu”, y se enfrentan a años en prisión.
Hace tres años que Amara, Kader y Abdalla llegaron a Malta después de haber huido de Libia con otro centenar de personas, en una lancha neumática. Tenían 15, 16 y 19 años, respectivamente. Cuando la lancha empezó a perder aire, el pasaje fue rescatado por un buque de carga, El Hiblu. Su capitán prometió llevarlos a Europa. Horas más tarde, algunas de las personas que se encontraban a bordo reconocieron las luces de la capital libia, Trípoli, que se acercaban. Así que no iban en dirección a Europa.
El pánico se adueñó de la situación, y hubo quien amenazó con saltar por la borda, pues preferían morir antes que volver a Libia, a sufrir de nuevo horribles abusos. Todo el mundo sabe que Libia no es un país seguro para las personas migrantes. De hecho, habría sido ilegal llevarlos allí. El capitán tenía que restablecer la calma, así que pidió a Amara, Kader y Abdalla que tranquilizaran al desesperado pasaje, e interpretaran al francés lo que él decía. Finalmente, cambiaron de rumbo y se dirigieron a Malta.
Al llegar, los tres jóvenes fueron detenidos y recluidos, aunque ninguno de ellos sabía, ni remotamente, por qué. Los cargos a los que se enfrentan son tan graves que algunos pueden ser castigados con cadena perpetua.
Amara habla inglés con fluidez. Esperaba que sus dotes lingüísticas le abrieran la puerta a un futuro mejor. Y después de todo lo ocurrido, sigue esperándolo. “Espero ser traductor algún día. Creí que mi inglés serviría de ayuda. Sólo queríamos ayudar.”
Sin embargo, es difícil planificar el futuro cuando te acusan de delitos por los que te condenar a cadena perpetua, y vives sujeto a estrictas condiciones de libertad bajo fianza. Los tres se mantienen lo más ocupados posible, para intentar distraerse y no pensar en la causa judicial. Trabajan muchas horas, y Abdalla, con una hija de 16 meses a la que atender, no puede tomarse ni un respiro. Cuando tienen tiempo libre, juegan al fútbol, cocinan e intentan mejorar su inglés. Kader me muestra su teléfono móvil, para que vea sus avances en la aplicación DuoLingo. Amara describe la “pesada carga” que tienen que soportar a diario:
Nos debatimos entre la vida y la muerte. Están jugando con nuestras vidas. Intento ser fuerte, pero esto me está minando… No me siento libre.
Amara
“Nos debatimos entre la vida y la muerte. Están jugando con nuestras vidas. No tenemos ningún poder. Antes era un hombre feliz. Ahora siento que me voy retrayendo. Intento ser fuerte, pero esto me está minando: no hago más que trabajar y dormir. No me siento libre.”
Después de un rato, encendemos el televisor para ver un poco de fútbol. Resulta evidente el intenso dolor que les produce hablar de su situación. Camerún juega contra Gambia en la Copa Africana de Naciones. Los equipos de sus países (Guinea y Costa de Marfil) han sido ya eliminados, así que todos apoyan a Gambia. Se ponen del lado del más débil.
Unos días después volví a verlos a las puertas del tribunal de La Valeta, adonde habían acudido para una nueva vista judicial. Van vestidos con elegancia extrema, y Abdalla complementa su traje a cuadros con una corbata y un pañuelo a juego. A estas alturas, los tres están acostumbrados a las vistas judiciales, y saben que, normalmente, no sale de ellas nada demasiado importante. Aun así, están nerviosos. La pequeña sala del tribunal está llena de simpatizantes que acuden a observar el proceso. Llaman como testigo a otro de los migrantes que viajaban en El Hiblu. El joven, de Costa de Marfil, describe con detalle lo que ocurrió. Su testimonio coincide por completo con las declaraciones de “los tres de El Hiblu” al equipo de investigación de Amnistía. No queda claro por qué han tardado dos años en llamar a estos testigos: durante todo ese periodo, muchas de las personas que estaban a bordo de El Hiblu se han ido ya de Malta. De esa manera, se prolonga la incertidumbre.
Tras la vista, nos sentamos todos en una plaza cercana. Su representante legal les entrega un abultado fardo de cartas. En 2020, Amnistía incluyó el caso de “los tres de El Hiblu” en su campaña Escribe por los Derechos, de modo que los tres jóvenes recibieron miles de cartas y tarjetas de apoyo de todo el mundo. Todavía siguen llegando. Abdalla, Amara y Kader abren unas cuantas y las leen detenidamente. Los sobres tienen sello de Singapur, de Ucrania, de Francia, de Reino Unido. En este lote concreto hay muchas de Quebec, escritas en francés por escolares. “Estamos con vosotros”, dice una carta.
“Nos infunden esperanza y nos dan fuerza”, explica Kader, pensativo.
Una de las tarjetas tiene una foto de una flor nomeolvides lila. Abajo, han escrito: “los tres de El Hiblu”. Estos tres jóvenes saben que el mundo no los ha olvidado. Miles de personas de todo el mundo están con ellos y exigen justicia.
Súmate a ellas.