Los servicios esenciales para las mujeres y las niñas sobrevivientes de violencia de género en Afganistán se han visto diezmados desde que los talibanes tomaron el país, ha manifestado hoy Amnistía Internacional.
En 26 nuevas entrevistas, sobrevivientes y personas proveedoras de servicios contaron a Amnistía Internacional que los talibanes habían cerrado los albergues y excarcelado a presos, muchos de ellos condenados por delitos de violencia de género.
Muchas sobrevivientes, así como personal de albergues, profesionales de la abogacía y la magistratura, funcionariado público y otras personas relacionadas con los servicios de protección corren peligro de sufrir violencia o muerte.
En Afganistán, las mujeres y las niñas sobrevivientes de violencia de género han sido abandonadas, básicamente.
Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional
“En Afganistán, las mujeres y las niñas sobrevivientes de violencia de género han sido abandonadas, básicamente. Su red de apoyo ha sido desmantelada, y sus lugares de refugio prácticamente han desaparecido”, declaró Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.”
“Cuesta creer que los talibanes hayan abierto las prisiones en todo el país, sin pensar en el riesgo que suponen los perpetradores condenados para las mujeres y la niñas a las que victimizaron, y para quienes trabajaron defendiendo a las sobrevivientes.”
“Para proteger a las mujeres y las niñas frente a la violencia, los talibanes deben permitir y apoyar la reapertura de los albergues y el restablecimiento de otros servicios de protección para sobrevivientes, restaurar el Ministerio de Asuntos de la Mujer y garantizar que las personas proveedoras de servicios pueden trabajar libremente y sin temor a represalias.”
Amnistía Internacional pide a la comunidad internacional que proporcione financiación inmediata y a largo plazo para esos servicios de protección y que evacue a las sobrevivientes y las personas proveedoras de servicios que corren peligro inminente, e insta a los talibanes a respetar sus obligaciones hacia las mujeres y las niñas, especialmente las sobrevivientes de violencia de género o las que corren peligro de sufrirla.
Los días 26 y 29 de noviembre, el portavoz talibán Suhail Shaheen dijo a Amnistía Internacional por teléfono: “En el islam no hay lugar para la violencia contra las mujeres y las niñas […] Las mujeres que sufren violencia de género en el ámbito familiar pueden ser remitidas a los tribunales, y los tribunales verán sus casos […] y atenderán sus quejas”.
Amnistía Internacional entrevistó a sobrevivientes y personas que se trabajaban en servicios de protección en las provincias de Badghis, Bamiyan, Daikundi, Herat, Kabul, Kunduz, Nangarhar, Paktika, Sar-e Pul y Takhar.
Colapso del sistema
Antes de la toma del poder por los talibanes, muchas mujeres y niñas sobrevivientes habían accedido a una red nacional de albergues y servicios gratuitos, entre ellos representación jurídica, tratamiento médico y apoyo psicosocial.
Se derivaba a las sobrevivientes para su ingreso en el sistema desde las delegaciones provinciales y las oficinas centrales del Ministerio de Asuntos de la Mujer y la Comisión de Derechos Humanos, así como desde albergues, hospitales y comisarías de policía de todo el país.
El sistema distaba de ser perfecto, pero atendía a miles de mujeres al año en Afganistán, donde nueve de cada diez mujeres sufren al menos una forma de violencia de género en la pareja a lo largo de su vida, según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA).
Según las personas proveedoras de servicios, los casos más comunes de violencia de género implicaban palizas, violación, otras formas de violencia física y sexual y matrimonio forzado. Las sobrevivientes requerían atención médica urgente.
Una persona proveedora de servicios radicada en Nangargar nos contó: “[Los casos] eran muy extremos. Tuvimos el caso de una mujer a la que su esposo le había arrancado las uñas […] Y el de otra desollada con una palanca por su esposo… Y el de una que había sufrido constantes abusos en su familia. Ni siquiera podía ya usar el baño.”
Cuando los talibanes tomaron el control de Afganistán, desmantelaron el sistema de servicios de protección. Cerraron los albergues, y saquearon y ocuparon muchos de ellos. En algunos casos, los hostigaron o amenazaron al personal.
Mi hermano es mi enemigo, y mi esposo es mi enemigo.
Zeenat*
Al cerrar los albergues, el personal se vio obligado a enviar a muchas mujeres y niñas sobrevivientes de violencia de género de regreso con sus familias; a otras sobrevivientes se las llevaron a la fuerza sus familiares. Algunas sobrevivientes se vieron obligadas a vivir con algún miembro del personal del albergue, en la calle y en otras situaciones insostenibles.
Zeenat* recibía palizas regulares de su esposo y su hermano hasta que se refugió en un albergue. Cuando llegaron los talibanes, huyó junto a varias mujeres más. Ahora están escondidas. Nos dijo: “Vinimos sólo con lo puesto. No tenemos con qué calentarnos y nos vamos a dormir con hambre […] Mi hermano es mi enemigo, y mi esposo es mi enemigo. Si nos ven a mí y a mis hijos nos matarán […] Estoy segura de que me están buscando porque saben que el albergue ha cerrado”.
La directora de un albergue, que actualmente está escondida junto a algunas de las sobrevivientes de su centro, contó a Amnistía Internacional: “No tenemos un lugar adecuado. No podemos salir. Tenemos muchísimo miedo […] Por favor, sáquennos de aquí. De lo contrario, tengan por seguro que nos matarán”.
Los perpetradores, excarcelados
En su avance, los talibanes también pusieron en libertad sistemáticamente a reclusos, muchos de ellos condenados por delitos de violencia de género. Según declaraciones de testigos y otras personas con conocimiento de primera mano, así como noticias fidedignas de medios de comunicación, los responsables de la excarcelación eran los talibanes. Un portavoz talibán lo negó a Amnistía Internacional, insistiendo en que quien había abierto las prisiones era el gobierno anterior.
Un profesional del derecho especializado en violencia de género dijo que había intervenido en la sentencia condenatoria de más de 3.000 perpetradores de violencia de género el año anterior a la toma del poder por los talibanes.
Nos dijo: “[Los talibanes] excarcelaron a presos allá donde fueron […] ¿Se lo imaginan? Dejaron en libertad a más de 3.000 en todas las provincias de Afganistán en el plazo de un mes”.
Amnistía Internacional también recibió informes fidedignos de que los talibanes habían transferido a sobrevivientes al sistema penitenciario, incluida la prisión de Pul-e-Charkhi, en las proximidades de Kabul.
Ahora las protectoras necesitan protección
Muchas personas que trabajan en el sistema de servicios de protección dijeron que, pese a que antes de la toma del país por los talibanes hacían frente a riesgos importantes, ahora su vida corría un peligro mucho mayor y necesitaban protección de forma acuciante.
Una proveedora de servicios radicada en Badghis nos dijo: “Ahora todas las mujeres que trabajaban en esto [el sistema de apoyo] necesitan refugio […] Vivimos muertas de la ansiedad y el miedo”.
Una proveedora de servicios radicada en Nangargar nos dijo: “Recibo amenazas de los talibanes, el Estado Islámico, los perpetradores y los familiares […] todos los días”.
Otra proveedora de servicios radicada en Bamiyan nos dijo: “Recibía tres llamadas al día de hombres que habían escapado de la prisión. Cuando además recibí una llamada de los talibanes, cambié de número de teléfono”.
Estas mujeres estaban devastadas ante el desmoronamiento del sistema que tanto esfuerzo les había costado construir. Una ex magistrada explicó a Amnistía Internacional: “Trabajé durante 20 años para construir esto desde cero, presionando, corriendo de un despacho a otro para convencer a todo el mundo de que necesitábamos un marco para proteger a las mujeres […] Hace falta mucha valentía, mucho sacrificio y mucha energía para poner en pie algo así partiendo de cero. Y ahora regresamos de nuevo a cero.”
“Ya no estamos seguras en ningún sitio”
Desde que los talibanes tomaron el país, las mujeres y las niñas que han sufrido violencia no tienen adonde recurrir. Una psicóloga que trabajó con sobrevivientes de violencia de género en Kabul contó a Amnistía Internacional: “Los talibanes no tienen ningún procedimiento sobre cómo abordar estos casos”.
Un fiscal especializado en casos relacionados con la violencia de género explicó: “En el pasado las mujeres podían acudir al Ministerio de Asuntos de la Mujer. Podían ir solas y denunciar su caso. Pero ahora que no se les permite ir a ningún sitio sin un mahram (tutor varón) lo tendrán muy difícil para denunciar”.
A Fariha* la golpeaban regularmente su esposo y los familiares de éste. Nos dijo: “[Mi esposo] agarraba lo primero que encontraba y me golpeaba […] Cuando me pegaba, su familia se juntaba para mirar […] Sucedía casi a diario […] La primera vez me pegó con un alambre […] Me hizo hematomas en todo el cuerpo. Me dejó las manos y la uñas llenas de rasguños. Enteras. Después me pegaba sólo por debajo de la cintura. Me decía que me iba a pegar en esos sitios (los genitales y las nalgas) que no se veían”.
Fariha estaba embarazada de nueve meses cuando habló con Amnistía Internacional y buscaba desesperadamente un lugar seguro para vivir. Añadió: “Antes había un refugio, e iba allí. Solicité que me admitieran, pero me dijeron que había cerrado y no aceptaban casos nuevos […] No me queda ninguna opción”.
A Adilia* la obligaron a casarse con un hombre de 80 años cuando ella tenía siete. Nos dijo: “Pasé un año viviendo con él, durante el cual me pegó todos y cada uno de los días mientras me decía que por qué no me quedaba embarazada”.
Adilia huyó, pero volvieron a casarla. Su segundo marido y los familiares de éste la sometían a palizas y otras formas de violencia y abusos de forma habitual. Cuando habló con Amnistía Internacional, hacía poco que la habían trasferido a uno de los pocos refugios que aún continuaban abiertos en Afganistán.
Nos dijo: “Estamos muy asustadas […] ¿Durante cuánto tiempo vamos a poder estar aquí? Los talibanes vinieron al refugio a las doce y a la una, y luego más veces durante el día. Les dijimos que este era un lugar seguro para nosotras, pero no nos creyeron […] Ya no estamos seguras en ningún sitio”.
Metodología
Entre el 26 de octubre y el 24 de noviembre de 2021, Amnistía Internacional realizó entrevistas telefónicas a seis sobrevivientes y a 20 personas relacionadas con el sistema de servicios de protección. Entre ellas había personal de albergues —incluidos miembros de la dirección—, miembros de la fiscalía y la judicatura, profesionales de la psicología y la medicina y representantes del Ministerio de Asuntos de la Mujer.
Amnistía Internacional también entrevistó a 18 activistas locales, periodistas, representantes de ONG y la ONU, y otras personas expertas en violencia de género en Afganistán.
Nota: *Para proteger la identidad de los y las protagonistas, hemos utilizado nombres ficticios.