Amal Nasr: la historia de una mujer de Siria – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

Amal Nasr: la historia de una mujer de Siria


Mi nombre es Amal Nasr. En árabe significa “esperanza en la victoria”. Para mí, la victoria sería vencer a la violencia en todas sus formas.

Soy de Siria. Participé en grupos feministas y de activismo político desde la década de 1990, cuando trabajé pacíficamente junto con multitud de mujeres y hombres de Siria. Luchábamos por derrocar el régimen dictatorial, construir una patria de libertad, dignidad y justicia y lograr una Siria basada en los derechos humanos y el Estado de derecho.
SYRIA-CONFLICT
Queríamos una constitución clara que separara la religión de la política y que consagrara la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. También participé activamente en sindicatos luchando por los derechos de trabajadores y trabajadoras a ser independientes y libres de la influencia política del régimen.

Sin embargo, nuestra revolución se transformó en un conflicto armado. Es una guerra entre el régimen gobernante, que nos robó nuestra patria en todo el sentido de la palabra, y quienes secuestraron la revolución y vendieron nuestra libertad a quien estuviera dispuesto a pagar. Es la población civil siria la que pagó el precio de esta guerra, con desplazamientos forzados, muerte y devastación.

Confío en que, algún día, mi familia, yo y todas las personas desplazadas de Siria podamos regresar a nuestra patria libres e independientes. Creo que, en última instancia, las personas que en Siria dirigen la lucha con sus plumas, sus pensamientos y su voluntad son más peligrosas que el régimen contra el que luchan.

En Siria me licencié en Economía por la Universidad de Damasco, y trabajé como educadora ocupacional y de salud en el sindicato de trabajadores de Damasco. Ahora me estoy sacando el doctorado en la Universidad de Ámsterdam, en los Países Bajos.

Soporté mucho a causa de la inseguridad en Siria. A mi esposo, que es político, lo detuvieron en muchas ocasiones entre 2012 y 2013. Yo misma fui detenida el 2 de marzo de 2014 por los servicios de inteligencia del ejército cuando regresé al país desde Ginebra, donde había ayudado a lanzar una iniciativa de mujeres por la paz en la ONU.

Tras mi detención me recluyeron en una celda de aislamiento junto con otras 11 mujeres, de entre 13 y 86 años. La celda medía 1,5 por 2 metros. Me interrogaron por cargos de terrorismo antes de trasladarme a la prisión de mujeres de Adra. Finalmente me pusieron en libertad en mayo de 2014, pero seguí siendo investigada como terrorista. A causa de eso, fui despedida de mi empleo y me negaron todos mis derechos, después de 20 años de trabajo, y me impusieron una prohibición de viajar.

Utilizando documentos irregulares, conseguí viajar a Líbano en septiembre de 2014. Allí pude conseguir un visado a Suiza, gracias a que tengo un historial de activismo con algunas organizaciones internacionales y suizas. A mi llegada a Suiza pedí asilo, y en 2015 obtuve un permiso de residencia como refugiada política.

Con la ayuda de Amnistía Internacional, logré reunirme con mi esposo en Suiza tras años de separación a manos del régimen sirio y por las dificultades con el visado. Sin embargo, a nuestra hija, la única que tenemos, le negaron la solicitud de reunificación con nosotros porque es mayor de 18 años. Continúa en Siria, y a menudo me abruma el miedo por su seguridad. Nuestra pequeña familia está separada por largas distancias, montañas y mares. Hay miles de mujeres sirias con historias similares.

Trato de mantener viva la esperanza donde quiera que voy. Mi esposo y yo, en colaboración con una organización suiza, abrimos una escuela que enseña gratuitamente a niños y niñas sirios en Lucerna. Les enseñamos árabe y les hablamos de cómo era Siria antes de la violencia. Siria es un país tan diverso, en su paisaje, su historia y su cultura. Enseñamos a estos niños y niñas sobre el patrimonio cultural sirio y su historia, y les enseñamos a pensar sin ideología política o religiosa. Tratamos de inculcarles un sentido de la identidad siria que, confío, un día contribuirá a reconstruir nuestro país.

Pasé muchas penalidades que jamás habría predicho. Nunca imaginé que sería una refugiada en otro país. No sé cuánto tiempo tendré que permanecer lejos de Siria sin mi única hija. Pero aún sueño con la paz y la libertad: no podemos superar los obstáculos si aceptamos que el futuro será igual que el pasado.


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