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Argentina: La ignorada Ley de Educación Sexual


Nota por Andrea Garcia Giribet

A pesar de que la implementación de la educación sexual es obligatoria en todas las escuelas de Argentina desde 2006, muchas personas jóvenes del país siguen sin tener acceso a unos conocimientos básicos de sus derechos sexuales.


Terminamos nuestro análisis de la lucha por los derechos sexuales y reproductivos en Argentina examinando cómo dos comunidades, una en La Plata y la otra en Tucumán, abordan la ausencia de educación sexual para la juventud.

Para las personas jóvenes, tener clases de Educación Sexual es fundamental para aprender sobre los cambios que se están produciendo en su cuerpo, sus deseos y sus relaciones. Pero, lo que es igualmente importante, estas clases son necesarias para que conozcan sus derechos sexuales y reproductivos y aprendan que lo que hagan con su cuerpo es decisión suya.

Para abordar esta necesidad, en 2006 Argentina aprobó una ley que exigía que todas las escuelas del país impartieran a su alumnado clases de Educación Sexual. La Ley de Educación Sexual Integral tenía por objeto permitir que el alumnado aprendiera los “aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos” de la sexualidad, promover “actitudes responsables ante la sexualidad” y garantizar la “igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres”.

Sin embargo, muchas escuelas del país no han incluido la Educación Sexual en su currículo, sea por motivos presupuestarios o por presiones religiosas. Joaco Herrero, activista joven de La Plata, dice sobre la falta de implementación: “Muchas veces es por negligencia, pero hay instituciones que incluso se posicionan en contra de esta disposición, evitando que se debatan estos tópicos en clase, censurando a estudiantes”.

Joaco Herrero habla durante un taller de Derechos Sexuales y Reproductivos. © Demian Marchi Joaco Herrero habla durante un taller de Derechos Sexuales y Reproductivos. © Demian Marchi

Para Herrero, su lucha comenzó en 2015. Nueve años después de que se aprobase la ley, la escuela donde estudiaba seguía sin tener ningún tipo de Educación Sexual. Herrero, que había contactado recientemente con Amnistía Internacional Argentina para conocer su trabajo, decidió actuar y coordinó el primer taller de Derechos Sexuales y Reproductivos de su centro educativo. “En su momento (2015) el tema no recibía mucha atención por parte de mi colegio, y es lo que me impulsó a hacerlo”, explica.

El taller fue un éxito. Ese primer taller llevó a muchos más, y el número aumenta cada año. “Hicimos seis el año pasado, a cada uno de los cuales asistieron 30 estudiantes”, dice Herrero. Los talleres abordan diferentes temas, pero todos giran en torno al género y la sexualidad: sexo, aborto, juventud, igualdad. Al alumnado le gustan los talleres por “el agradable ambiente generado”, señala. Los alumnos y alumnas pueden expresarse, hacer preguntas, no hay tabús. Se trata de participación.

Aunque, después de que los talleres se hicieran populares, el centro implementó clases de Educación Sexual básica, no era suficiente. “Eran irregulares, ineficientes y sencillamente no eran suficientes —explica Herrero—, no eran continuas y estaban dedicadas sobre todo a biología”. Herrero y algunos de sus amigos y amigas decidieron entonces crear un grupo estudiantil, UTOPÍA, para representar al alumnado que se sentía ignorado por la administración escolar. En 2017, se presentaron a las elecciones del centro estudiantil y ganaron. Fue un gran paso: “Nos abrió las puertas para contribuir sobre medidas”. Gracias a su nueva posición de influencia y al debate constante entre administración y alumnado, lograron la reforma del currículo, que finalmente incluyó la Educación Sexual como asignatura continua.

“Creo que Educación de Derechos Humanos no sólo ayudó a educar a los jóvenes en Educación Sexual cuando el colegio no lo hacía, sino que también nos dio las herramientas para saber qué disponía la ley al respecto, dándonos la posibilidad de reclamar ante los directivos de la institución”, dice Herrero sobre la importancia de la educación en derechos humanos.

© Demian Marchi © Demian Marchi

Gracias a los esfuerzos en curso de Herrero, este año el centro impartirá, por primera vez, clases de Educación Sexual. Se sienten optimistas. “El currículo ha sido diseñado por profesores del colegio que dictaban materias optativas, las cuales concientizaban sobre violencia de género y diversidad”, explica Herrero. Su esperanza es que por fin se implemente adecuadamente la ley en la escuela, lo que resultará “en el empoderamiento de los jóvenes en sus derechos”. “Esto no sólo los hará conscientes de qué hacer cuando dichos derechos les sean vulnerados, sino que también contribuirá a la mejoría de su cuidado personal en relaciones sexuales, brindándoles acceso a su derecho a decidir”, pronostica.

En otras regiones del país, se vive una situación aún más difícil. Son zonas tradicionales, muchas veces empobrecidas y carentes de posibilidades educativas, donde la religión es una forma de vida y la sexualidad es tabú. Las escuelas imparten poca educación sexual, cuando la imparten, y muchas personas jóvenes ni siquiera tienen la posibilidad de acceder a la poca información disponible sobre salud sexual.

Una de estas regiones es Tucumán, en el noroeste de Argentina. La educación sexual ni siquiera se consideraba una opción en la zona, y ninguna de las escuelas ha implementado la ley. Muchas personas jóvenes sólo asisten a la escuela primaria y luego se ven obligadas a dejar los estudios. Tucumán, firmemente católico, se autoproclamó “la ciudad que abraza la vida” para pronunciarse en contra del proyecto de ley del aborto.

En 2017, a través del programa de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Internacional, se lanzó en Tucumán el proyecto “Es mi cuerpo” (presente en Argentina, Chile y Perú, y cuyo fin es enseñar a la juventud sus derechos sexuales y reproductivos). En asociación con ANDHES, un grupo de abogados y abogadas especializados en derechos humanos, el proyecto estuvo encauzado a dar la oportunidad de aprender sobre sexualidad a un grupo de jóvenes de Tucumán.

Miembros del grupo juvenil organizado por Amnistía Internacional Argentina y ANDHES en Tucumán (Argentina). © Fernanda Rotondo Miembros del grupo juvenil organizado por Amnistía Internacional Argentina y ANDHES en Tucumán (Argentina). © Fernanda Rotondo

Agustina Taibo Soler, una de las personas que coordinan el proyecto desde ANDHES, explica que aprender sobre sus derechos ha representado “un cambio radical” en la vida de los miembros del grupo. El grupo es una oportunidad semanal para “hablar de cosas de las que no pueden hablar en ningún otro sitio”, dice. Esta oportunidad les ha permitido aprender cosas de las que no sabían nada, sobre todo acerca de la sexualidad, la violencia en el ámbito familiar y la discriminación de minorías.

Los talleres en los que participan han tenido un enorme impacto positivo. Las personas jóvenes participantes explican que, antes de los talleres, estaban totalmente en contra del aborto. Ahora se dan cuenta de que en realidad no comprendían el problema, e incluso pidieron los pañuelos verdes que en Argentina simbolizan el apoyo al derecho al aborto.

El conocimiento de sus derechos, que según Taibo Soler “les ha abierto los ojos”, ha causado, sin embargo, tensiones en las familias, que están contentas porque los y las jóvenes activistas adquieren nuevos conocimientos y herramientas, pero —en lo que se refiere a la educación— no apoyan los temas que se abordan en los talleres. En casa, si quieren hablar de lo que han aprendido, se les manda callar o se les dice que están equivocados.

Sin embargo, el grupo ha plantado la semilla del activismo y la justicia social en estas personas jóvenes. Un grupo de participantes ayudó a un amigo a hablar con su madre después de que ésta lo echara de casa cuando dijo que era gay. Gracias a su intervención, el chico y su madre se hablan de nuevo.

Los y las jóvenes activistas siguen haciendo su labor, hablando y aprendiendo, actuando y abriendo conversaciones con sus amistades, rompiendo tabús y creando una comunidad de jóvenes informados que puede, por fin, reivindicar sus derechos. En cuanto al futuro, sólo quieren seguir aprendiendo y seguir luchando.

Si querés saber más sobre los derechos sexuales y reproductivos, consultá este módulo de Amnistía Internacional: Respeta mis derechos, respeta mi dignidad: Los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos, disponible en inglés, español y francés.




Este articulo fue tomado del blog de Educación en Derechos Humanos.

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La educación en derechos sexuales y reproductivos en América Latina


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· Florencia Manolakis y Bruno Rodríguez: “Los cambios pueden tardar, pero si se lucha con pasión, en algún momento se consiguen”

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