Bielorrusia: “Hay una comisaría de policía a la vuelta de la esquina” – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

Bielorrusia: “Hay una comisaría de policía a la vuelta de la esquina”


WARSAW, POLAND - 2020/08/10: A couple cries after information spreading in the crowd that the Omon (Belarusian riot forces) had used live ammunition against protesters in Minsk. Belarusians living in Poland gathered in Warsaw to protest against electoral fraud in their country and to show solidarity with the protesters in Belarus. According to the official results, in Sunday's vote, Belarusian President Alexander Lukashenko received over 80 percent of the vote support. (Photo by Attila Husejnow/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

"Chico, ven que te diga", dice la mujer a un muchacho que pasa corriendo por la entrada de un céntrico edificio de viviendas de capital bielorrusa, Minsk. Tiene alrededor de 50 años y lleva en brazos un perrito. Hay otras dos mujeres, jóvenes, a la sombra de los arbustos que rodean el grisáceo edificio de apartamentos de hormigón, típico de las antiguas ciudades soviéticas. Hablan tranquilamente en voz baja.


Son las tres en punto de la madrugada, y las tres están de servicio. Avisan a los manifestantes esparcidos por los patios de esta sucesión de edificios de seis pisos que se extienden, todos iguales, a largo de la calle Yakub Kolas. Les dicen: “hay una comisaria a la vuelta de la esquina de este edificio.”


"Gracias”, responde el muchacho. “Acabo de mirar por la esquina y he visto a la policía antidisturbios golpear a alguien.” Es uno de los miles de manifestantes que se echaron a la calle en Minsk a la noche siguiente de anunciarse los resultados de las elecciones presidenciales de Bielorrusia. Los manifestantes exigen la salida de Alexander Lukashenko, que gobierna el país desde 1994 y, según la información oficial, obtuvo el 80% de los votos en los comicios del 9 de agosto.


Junto con una larga columna de manifestantes más, el joven caminaba por la avenida Masherava, una de las calles principales de la ciudad, cuando tropezaron con los negros furgones policiales. Centenares de personas quedaron atrapadas entre los furgones y la entrada del mercado cubierto Komarovsky y comenzaron a correr de un lado a otro, hasta que alguien rompió las puertas y los manifestantes pudieron pasar por ellas.


Los manifestantes dispersos eran presa fácil para la policía. Y mientras hablamos con las tres mujeres y el muchacho, en las calles continúan las redadas. En la oscuridad de estos patios de Minsk hay sombras furtivas: manifestantes que se escabullen en pequeños grupos por las calles y se dispersan por toda la ciudad. Los minibuses rondan por los oscuros callejones. Llevan las puertas abiertas, para que los agentes de las fuerzas de seguridad vestidos de civil puedan saltar rápidamente al suelo y detener a la gente: a todas las personas que les parecen sospechosas, a manifestantes o a simples transeúntes, da igual.


El 9 de agosto, en la primera noche de protestas, el Ministerio del Interior anunció que había detenido a mil manifestantes en Minsk y a dos mil más en otras ciudades bielorrusas.


Una de las mujeres jóvenes de nuestro grupo confiesa que le habría gustado participar en las protestas. “Soy enfermera, pero estoy segura de que les traen sin cuidado las enfermeras y personal médico”, afirma, refiriéndose a las fuerzas especiales del Ministerio del Interior que recorren frenéticamente las calles. Según rumores que se han corrido rápidamente por la red social Telegram, la policía ha disfrazado sus vehículos de ambulancias para aproximarse a los manifestantes y detenerlos. Mientras habla, se acaricia inconscientemente el vientre. Se nota que está embarazada.


“¿Quieren agua, chicos?”, pregunta la mujer de más edad. Dice que ellas y sus amigas llevan varias horas allí, leyendo las noticias en un teléfono móvil que capta la señal Wi-Fi de su apartamento. El servicio de telefonía móvil está bloqueado en todo el país desde que comenzó la votación el 9 de agosto, y muchas de las personas que se han echado a las calles están completamente desconectadas de lo que está pasando en la ciudad, con el consiguiente riesgo de caer en manos de la policía.


Sin los medios habituales de comunicación online, los manifestantes de Minsk, muchos de los cuales tienen poco más de 25 años, están dando increíbles muestras de ingenio y asistencia mutua. “No vayas allí, hay policía antidisturbios rondando por los patios”, dice uno. “Ve sin cuidado, la calle está vacía hasta Nyamiha”, explica otro. Los manifestantes utilizan panfletos, que imprimen en casa y pegan en los pasos subterráneos o ponen bajo las escobillas de los parabrisas de los vehículos.


Tras tres días de protestas, es evidente que el empeño de los manifestantes de Bielorrusia en reclamar sus derechos y libertades sigue incólume. Al mismo tiempo, las autoridades no quieren dar su brazo a torcer y están dispuestas utilizar los métodos más brutales para reprimir las protestas.


Amnistía Internacional, nombre omitido por razones de seguridad.


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