Actualmente estamos viviendo la peor crisis mundial de refugiados con los niveles de desplazamiento más altos jamás registrados. Cifras sin precedente fueron reveladas por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR): cerca de 70,8 millones de personas en todo el mundo se vieron obligadas a huir de sus hogares. Entre ellas 25,9 millones de personas refugiadas y la mitad son menores de 18 años.
El 80% de las personas refugiadas vive en países fronterizos a las zonas de conflicto y una tercera parte es recibida por los países más pobres. En este contexto, una de las soluciones de integración para las personas que no pueden regresar a sus países de origen de manera digna y segura, es el reasentamiento en un tercer país. Sin embargo, las cuotas de reasentamiento ofrecidas por los países son cada vez más insuficientes. En 2018, solamente 92.400 personas fueron reasentadas, o sea, menos del 7% de las personas que lo necesitaban.
La historia de Nairouz
Más de la mitad de las personas en Siria tuvo que dejar su hogar por el conflicto armado. Nairouz Baloul es una de ellas. En Argentina encontró una serie de barreras y dificultades, pero también el apoyo que necesitaba para construir un futuro mejor.
“Al principio no fue fácil. Fue difícil dejar a mi familia y enfrenté muchos obstáculos para lograr viajar a Argentina. Pero poco a poco me fui fortaleciendo y recibí apoyo de personas que me ayudaron en la integración. Hice muchos amigos, aprendí español y actualmente trabajo en una escuela donde enseño inglés”, relató Nairouz.
Patrocinio comunitario
“En este contexto, donde se construyen muros y se cierran cada vez más las puertas a las personas en necesidad de protección internacional, hay esperanza: también estamos viendo nacer y fortalecerse alternativas innovadoras de apoyo a las personas refugiadas en distintos países del mundo, movidas en gran parte por la participación de la sociedad civil”, señaló Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
El compromiso de las comunidades, a través de programas conocidos como “patrocinio comunitario”, es un medio de protección para que personas refugiadas de todo el mundo puedan recomenzar sus vidas en un país seguro. Estos programas permiten que las comunidades locales se comprometan a ofrecer apoyo para ayudar a los refugiados a adaptarse e integrarse en un nuevo país.
En los últimos años, países como Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Australia y Argentina se han sumado a este tipo de iniciativa innovadora, que tienen como inspiración el modelo canadiense, que lleva más de 40 años de implementación. Con sus particularidades propias, estos países tienen en común programas que permiten a sus comunidades suscribir un acuerdo con su gobierno por el que se comprometen a recaudar los fondos necesarios y asumen la responsabilidad de ayudar en los asuntos logísticos como buscar alojamiento, matricular a los niños y niñas en la escuela y acceder a la atención médica, entre otros, por un periodo determinado de tiempo (generalmente, de 12 meses).
Argentina cuenta con el “Programa Siria”. Desde que se estableció, en 2014, llegaron más de 400 personas de nacionalidad Siria al país por la vía del patrocinio comunitario.
“Apoyamos las iniciativas que permiten que las comunidades locales se involucren en el proceso de integración de personas refugiadas. Este tipo de programas expresa no solo el deseo de grupos de vecinos, amigos y familiares de hacer más, sino también la demanda de la sociedad civil al Estado para que cumpla con los estándares internacionales de protección a las personas que son forzadas a dejar sus hogares en todo el mundo. En Argentina, gracias al fortalecimiento de la sociedad civil y las comunidades implicadas en el patrocinio, en 2018 se conformó la Red Argentina de Apoyo al Patrocinio Comunitario de Personas Refugiadas un grupo de organizaciones de la que Amnistía Internacional forma parte”, concluyó Mariela Belski.