Los gobiernos europeos son cómplices en las expulsiones sumarias y colectivas de miles de solicitantes de asilo, a quienes se envía de manera sistemática, ilegal y, a menudo, violenta a precarios e inseguros campos para personas refugiadas de Bosnia y Herzegovina, ha manifestado Amnistía en un informe publicado hoy.
En el informe, titulado Pushed to the edge: Violence and abuse against refugees and migrants along Balkan Route (“Empujadas hasta el borde: violencia y abusos contra personas refugiadas y migrantes a lo largo de la ruta de los Balcanes”), se detalla cómo, al dar prioridad al control de fronteras por encima del cumplimiento del derecho internacional, los gobiernos europeos no sólo se desentienden de los terribles abusos de la policía croata, sino que también financian su actuación. Al hacerlo, están fomentando una crisis humanitaria creciente al borde de la Unión Europea.
Hammad, 17 años de Pakistan, con herida de porra de la policía croata, 9 de noviembre de 2018 © Alessio Mamo
“Para saber cuáles son las prioridades de los gobiernos europeos no hay más que seguir el rastro del dinero. Su contribución económica a la asistencia humanitaria se ha reducido a la vez que han aumentado los fondos que destinan a la seguridad en las fronteras, lo que incluye equipar a los agentes de la policía fronteriza croata, e incluso pagarles el sueldo”, ha señalado Massimo Moratti, director de Investigación de la Oficina para Europa de Amnistía Internacional.
“Mientras tanto, las personas que huyen de la guerra y la persecución son golpeadas y robadas por la policía croata y devueltas a la fuerza a una situación de incertidumbre jurídica, donde están a merced del deficiente sistema de asilo de Bosnia y Herzegovina”.
Alrededor de 5.500 personas, entre las que hay mujeres, hombres, niños niñas, se encuentran en la actualidad atrapadas en dos pequeñas localidades bosnias próximas a la frontera croata, Bihac y Velika Kladusa, donde viven en antiguas fábricas ya en desuso y sin servicios básicos. Bosnia y Herzegovina no pueden ofrecerles protección ni condiciones de vida adecuadas, y los campos de acogida improvisados son lugares antihigiénicos, sin agua caliente, atención médica ni alimentos suficientes.
Una madre afgana dijo a Amnistía Internacional: “No tenemos comida suficiente para toda la familia, ni siquiera para los niños. Están siempre con hambre”.
Los obstáculos burocráticos, la falta de asistencia jurídica adecuada y la limitada capacidad administrativa hacen que quienes quieren solicitar asilo tengan muy pocas probabilidades de que se tramite su solicitud de asilo en Bosnia y Herzegovina. La mayoría intentan seguir hasta otros países europeos.
El viaje no es fácil. Tras haber entrado en la UE por Grecia y Bulgaria y verse allí miserablemente desatendidas por el sistema de asilo, esas personas salen de la UE para continuar el viaje a lo largo de los Balcanes. Para llegar a Eslovenia o Italia, donde comienza el régimen de libre circulación del espacio Schengen de la UE, tienen que cruzar tupidos bosques, turbulentos ríos y, en algunas partes, campos de minas existentes aún en Croacia.
En los 10 primeros meses de 2018, al menos 12 personas murieron ahogadas en los Balcanes occidentales, casi todas al intentar cruzar la frontera de Croacia con Eslovenia. Decenas más murieron por otras causas. Una joven afgana contó a Amnistía Internacional que una mujer con la que viajaba tuvo un aborto al ver un oso en un bosque croata. Explicó: “Se asustó tanto, que dio a luz un niño muerto. Estaba embarazada de seis meses”.
Quienes intentan hacer el viaje suelen ser objeto de expulsiones sumarias y colectivas deliberadas, acompañadas a menudo de violencia e intimidaciones, en la frontera de Croacia con Bosnia y Herzegovina sin que se hayan examinado sus solicitudes de asilo.
Casi todas las personas de los campos de Bihac y Velika Kladusa han sido obligadas a regresar a Bosnia y Herzegovina desde Croacia o Eslovenia, y casi la tercera parte de las entrevistadas habían sufrido violencia a manos de la policía croata. Muchas contaban que las habían golpeado y les habían roto sus documentos y robado sus pertenencias, prácticas que parecen constituir una política sistemática y deliberada de las autoridades croatas, con la que intentan disuadir de intentar entrar en el país.
Un joven de Gaza contó a Amnistía Internacional lo que había ocurrido al ser atrapado por la policía junto con otras nueve personas. “Nos llevaron a la frontera con Bosnia. Nos hicieron salir del vehículo uno a uno y comenzaron a golpearnos con porras”, explicó.
Luego describió cómo les habían aplicado en la cara algo que creía que era un pulverizador de pimienta. “No veía nada. Me ardían lo ojos. Entonces no dijeron que nos fuéramos y no volviéramos jamás a Croacia”.
Sami, de Argelia, contó a Amnistía Internacional que a él y a varios hombres más los habían colocado uno a uno en medio de un círculo de policías enmascarados que los golpearon con porras y con un bate de béisbol. “Luego nos quietaron el dinero y los teléfonos y nos dijeron que fuéramos hacia Bosnia”, dijo.
Otro hombre explicó que la policía croata les había quitado los zapatos, la ropa de abrigo y los sacos de dormir y los había obligado a caminar descalzos a lo largo de kilómetros, cruzando ríos y arroyos helados, hacia la frontera bosnia. Estas devoluciones suelen tener lugar de noche y en zonas remotas, lejos de los pasos fronterizos habituales.
Las personas que son atrapadas en Italia o Eslovenia suelen ser expulsadas en cadena, entregadas sumariamente a la policía croata y obligadas a regresar a los campos de acogida de Bosnia y Herzegovina sin que se examinen sus solicitudes de asilo.
A medida que aumentan las denuncias de expulsiones sumarias y con violencia en la frontera, las autoridades croatas eluden cada vez más el escrutinio público de sus prácticas migratorias. Los intentos de las instituciones públicas croatas de vigilar las prácticas migratorias en la frontera son bloqueados, y las organizaciones que trabajan por los derechos de las personas refugiadas y migrantes están en el punto de mira de la autoridades.
Se ha hostigado a personal voluntario de ONG, al que la policía ha retenido durante horas sin cargos formales y amenazado con procesar. El Ministerio del Interior incluso ha acusado a algunas ONG de ayudar a personas a entrar en Croacia de manera irregular. Estas medidas han tenido un efecto disuasorio en quienes se esfuerzan por ayudar a las personas refugiadas.
A pesar de estas terribles prácticas existentes en las fronteras, la Unión Europea ha seguido destinando considerables fondos a ayudar a Croacia a mantener su infraestructura de seguridad fronteriza. También ha hecho intencionadamente caso omiso de las deficiencias del sistema europeo de asilo que obligan a las personas a hacer estos viajes. “A medida que aumenten las temperaturas y se funda la nieve, el número de personas que intentarán cruzar Croacia crecerá. Pero con Bosnia y Herzegovina mal preparada para gestionar la llegada de un creciente número de personas en busca de protección, se deben tomar medidas para evitar una crisis humanitaria al borde de la UE”, ha afirmado Massimo Moratti.
“Los líderes europeos no pueden ya lavarse las manos ante las expulsiones sumarias y colectivas que continúan llevándose a cabo con violencia a lo largo de la ruta de los Balcanes como consecuencia de su insistencia en fortificar las fronteras de la UE sin que importe el coste humano.”
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Información complementaria
La ruta que pasa por Bosnia y Herzegovina se está utilizando cada vez más desde que Hungría levantó vallas a lo largo de sus fronteras y comenzó a hacer expulsiones sumarias violentas, que hacen que Serbia y Hungría sean cada vez más impenetrables.
Si desean más información o concertar entrevistas, pónganse en contacto con stefan.simanowitz@amnesty.org / +447936766445 o +44 2030365599