De
Jani silva
29 octubre 2020, 10:12 UTC
Mi nombre es Jani Silva y soy una mujer campesina colombiana. Tengo 57 años y hago parte de la Zona de Reserva Campesina Perla Amazónica ubicada en el departamento sureño de Putumayo. Desde pequeña he seguido siempre mis convicciones, y siempre he defendido lo que pienso, por eso hoy estoy luchando por conservar la biodiversidad amazónica.
Hoy me encuentro amenazada de muerte, por defender nuestro territorio, el ambiente y nuestra forma de vida. Los grupos armados presentes en la región quieren controlar nuestros cultivos de pan coger, nuestra tierra y nuestra comunidad.
Hemos enfrentado la explotación petrolera que afecta nuestro territorio, destruye corredores biológicos sensibles para la protección de especies amazónicas, y ha cambiado drásticamente el estilo de vida de nuestras comunidades campesinas.
A pesar de todos los tropiezos y dificultades, estamos convencidos que nuestra lucha es justa y necesaria. Es la lucha de la humanidad por comprender que todos y todas somos vida, que somos agua y que defender la Amazonía es defender la vida de las generaciones presentes y futuras.
Nosotros, los campesinos, somos Amazonia. El territorio es todo lo que tenemos y todo lo que somos, es donde desarrollamos nuestro proyecto de vida, donde criamos a nuestros hijos y donde vemos crecer a nuestros nietos. Estamos luchando por seguir aquí. Defendemos la vida, defendemos un ecosistema, defendemos toda una historia, toda una cultura campesina.
Hay una responsabilidad muy grande sobre nuestros hombros, porque todo el mundo respire el oxígeno que producen nuestros bosques y humedales. Cuando existen amenazas contra nuestro territorio, no son solamente contra nuestra comunidad, sino contra el mundo entero, contra el agua, los árboles y las especies que están en riesgo de extinción.
No pensemos solo en nuestro país, pensemos en los otros países, pensemos en todos los que nos necesitan
. Todos los ecosistemas son importantes, entre todos forman un conjunto que defiende la vida en el mundo.
La casa común, los bienes comunes y el ambiente son de todos y todas. Por eso, creo que todos tenemos que ser defensores del territorio, es necesario hacer conciencia, lo que tenemos es muy importante para la vida de todos. No podemos dejar que lo acaben, ni lo contaminen.
No debería de haber solo un grupo de defensores, sino debería de haber un mundo de defensores, porque se debe defender entre todos la vida de todos.
El obstáculo más grande es la avaricia y la apatía de la gente. No podemos ir pensando en arrasar todo, ni en llenar nuestro territorio de palma o arroz. Nuestros suelos son diversos y no están para llenarnos de monocultivos. Queremos que exista la variedad de cultivos, de vida, que siempre hemos tenido. Somos pequeños campesinos agricultores que tenemos que conservar esa vida y volver el bosque, respetando los ciclos de la naturaleza y conservando el agua limpia.
No hay ni un día que pase sin que pensemos en cómo mejorar las condiciones de nuestra comunidad. Trasnochamos, pensando en hacer las cosas de la mejor manera posible para todos, en las mejores formas de luchar contra los intereses económicos que nos atacan, incluidos los empresariales que cuentan con el respaldo de un gobierno que nos ha olvidado y ha entregado nuestro territorio para que lo exploten. Los daños a la naturaleza no se arreglan con dinero, ni con empleos, se arreglan respetándola. Yo sé que el cambio es posible, solo tenemos que luchar por ello.
En Colombia dicen que los que tienen dinero siempre ganan, que el que tiene poder siempre gana, pero acá seguimos. No somos muchos, pero hemos tenido logros importantes, como haber retrasado por tres años la entrada de más plataformas petroleras. Pero nuestra comunidad ya no tiene agua potable. Estamos pendiente de que caiga un aguacero para poder recoger el agua, porque los ríos y quebradas, que antes surtían todo el tiempo de pescado y agua, actualmente están contaminadas por residuos propios de la industria petrolera. Antes nos bañábamos en ella, pero ahora si nos metemos nuestra piel se ampolla. Antes se tomaba agua de cualquier caño y ahora es imposible consumirla. Hay familias que sufren de sed.
Hoy nuevamente enfrento amenazas de muerte, hemos conocidos de nuevos planes para asesinarme, y con eso acallar mi voz. Quieren acabar mi espíritu y robarme la tranquilidad. Sin embargo, lo más duro no han sido las amenazas, lo más duro es acabar con lo que le gusta hacer a uno. Yo soy campesina, adoro mi tierra, adoro mis gallinas y mi casa. Me gusta andar descalza, me gusta el campo y me gusta el rio. Mi momento favorito del día era levantarme a tomarme una taza de café mientras veía el amanecer con mi familia, pero ahora, con las amenazas que tengo encima, me toco alejarme de estas cosas. Tuve que desplazarme. Hoy no puedo vivir en mi finca y trato de no salir de la casa en la que me encuentro.
Vivir con miedo, con zozobra, no es vivir. Vivir oprimido no es vivir. Hay que alzar la voz y buscar quien defienda a los defensores.
Mientras tanto, yo voy a seguir defendiendo mi territorio, mi familia, el futuro de mis siete hermosos nietos, y la vida en sí misma.
El caso de Jani Silva es parte de Escribe por los Derechos 2020, una campaña anual de Amnistía Internacional, el evento de activismo por los derechos humanos más grande del mundo.