Después de 10 años en la cárcel y más de 800.000 mensajes de activistas de todo el mundo, la vida de Moses se ha salvado. Hemos hablado con Justine Ijeomah, director de la Fundación para los Derechos Humanos, el Desarrollo Social y el Medio Ambiente (HURSDEF, por sus siglas en inglés) de Nigeria y aliado desde hace tiempo en la campaña por la libertad de Moses. Justine describe el paso de Moses de estudiante a condenado a muerte, y la reacción de este superviviente de tortura de 26 años cuando se enteró de que su vida se había salvado.
"Prometo ser un activista de derechos humanos, para luchar por otras personas." Moses Akatugba, 28 de mayo de 2015
Estas fueron algunas de las primeras palabras pronunciadas por Moses cuando Justine le llamó para darle la noticia de que Emmanuel Uduaghan, gobernador del estado de Delta, en Nigeria, le había concedido un indulto de última hora el 28 de mayo de 2015. Justine había pasado todo el día comprobando ansiosamente la página de Facebook del gobernador, en espera de actualizaciones. "Ese día, yo estaba muy tenso: sabía que era el último día en que el gobernador podía indultar a Moses antes de dejar el cargo –explica–. Finalmente, llegaron las buenas noticias."
De estudiante a superviviente de tortura
A los 16 años, Moses era un estudiante normal del sur de Nigeria. Lleno de esperanzas de futuro, respiraba aliviado tras haber terminado sus exámenes de enseñanza secundaria, y aguardaba con ansia sus resultados. Soñaba con hacer realidad los deseos de su difunto padre y estudiar medicina.
El 27 de noviembre de 2005, Moses se despidió de su familia y se marchó a visitar a su tía. Al no volver a casa según lo previsto, su madre empezó a preocuparse. Era viuda y mantenía a sus cinco hijos vendiendo comida en un mercado local de Effurun, una bulliciosa ciudad del estado de Delta.
Mientras su madre lo buscaba, Moses estaba siendo interrogado por soldados. Si le hubieran permitido llamar a un abogado –o simplemente a su madre–, esa llamada podría haberle protegido de la tortura. Sin embargo, durante las primeras 24 horas, nadie supo dónde estaba.
Finalmente, una vendedora local fue a ver a la madre de Moses y le dijo que había visto a un grupo de soldados detenerlo. Moses no regresaría a casa durante casi diez años.
Mensaje de un estudiante alemán a Moses
"Un dolor indescriptible"
Pasarían casi ocho de esos diez años hasta que Justine se enterara del caso de Moses. Pero en cuanto lo hizo, fue a la prisión de Warri y se entrevistó con él. En Nigeria, mi organización [HURSDEF] documenta casos de menores en cárceles para adultos, por lo que el caso de Moses me llamó la atención en cuanto lo escuché", explica Justine.
Moses contó más tarde que los soldados le habían disparado en la mano, lo habían golpeado en la cabeza y en la espalda, y lo habían llevado a un cuartel militar local para interrogarlo. Allí le enseñaron un cadáver y le pidieron que lo identificara.
"Cuando Moses dijo que desconocía su identidad, los soldados volvieron a golpearlo" –recuerda Justine–. Luego lo llevaron a una comisaría, donde, según afirma, los policías le propinaron fuertes golpes con machetes y porras. Lo ataron y lo dejaron colgado cabeza abajo de un ventilador del techo durante horas. Además, le arrancaron las uñas de las manos y de los pies con unos alicates."
La policía sospechaba que Moses había robado tres teléfonos, dinero y vales durante un robo a mano armada. Él siempre ha negado estas acusaciones, pero los agentes lo torturaron y lo obligaron a firmar dos “confesiones” previamente redactadas que más tarde se utilizaron como pruebas en su juicio.
Del aula al "corredor de la muerte"
Tras ocho años en prisión, el 12 de noviembre de 2013 Moses fue condenado a muerte por ahorcamiento. La declaración de culpabilidad se basó en su “confesión” y en el testimonio de la presunta víctima del robo. El agente de policía que había investigado el caso no compareció ante el tribunal.
Dado que Moses era un niño cuando fue detenido, no debería haber sido condenado a muerte. El derecho internacional lo prohíbe. Además, no debe permitirse que una “confesión” obtenida mediante tortura se utilice como prueba ante un tribunal.
Indignación de la juventud en distintas partes del mundo
Fue por entonces cuando Justine se dirigió a Amnistía para que esta organización se sumara a la campaña. "Empecé a viajar a muchos países, contando la historia de Moses a diferentes miembros de Amnistía y animándolos a que se sumaran a la campaña", dice Justine. "Me impresionó mucho el grado de compromiso que tenían, especialmente los activistas jóvenes, que fueron a manifestarse ante las embajadas de Nigeria. Me dije que, si estos muchachos y muchachas mostraban tanta pasión por Moses, yo también debía hacer algo más. Así que empecé a realizar labores de cabildeo ante todas las instituciones que pudieran ponerlo en libertad."
Un nuevo comienzo
Moses ha pasado buena parte de los últimos diez años aislado y traumatizado. Desde que en 2006 lo trasladaron a una nueva prisión, sólo podía ver a su familia dos veces al mes. “No pensé que llegaría vivo al día de hoy”, nos dijo recientemente.
Creía que su sueño de ser médico se había roto para siempre. Hace poco nos dijo que lo que más le dolía era que, mientras él estaba en prisión, muchos de sus antiguos compañeros de clase habían ido a la universidad y habían conseguido buenos empleos.
Pero todo cambió en las últimas semanas, en las que activistas locales trabajaron mucho sobre el terreno, y miles de miembros de Amnistía Internacional enviaron tuits, mensajes, comentarios de Facebook y firmas al gobernador Uduaghan, que estaba en sus últimas semanas en el cargo. "Realmente presionamos a las autoridades en favor de Moses –explica Justine–. Envié mensajes de texto a las personas involucradas y hablé con ellas. También llamé al gobernador cinco veces, pero no descolgó el teléfono. Sin embargo, finalmente llegaron las buenas noticias."
Hoy, tras casi diez años en prisión, Moses por fin está libre. Por fin puede regresar a su casa y retomar su vida, quizá como médico, y sin duda como activista de derechos humanos.