El terror y el sufrimiento han abocado a muchos civiles en Alepo a una llevar existencia subterránea para escapar del bombardeo aéreo constante con el que las fuerzas del gobierno castigan las zonas en poder de la oposición, revela un nuevo informe de Amnistía Internacional, titulado “La muerte está por todas partes”: Crímenes de guerra y abusos contra los derechos humanos en Alepo. El documento escribe en detalle los horribles crímenes de guerra y otros abusos que las fuerzas del gobierno y los grupos armados de oposición cometen a diario en esta ciudad, y concluye que algunas de las operaciones del gobierno en Alepo constituyen crímenes contra la humanidad.
El informe traza una imagen especialmente perturbadora de la devastación y las matanzas que han causado las bombas de barril –cargadas de explosivos y metralla– lanzadas por las fuerzas del gobierno contra escuelas, hospitales, mezquitas y mercados abarrotados. Muchos hospitales y escuelas han buscado refugio en sótanos o búnkeres subterráneos.
“El sinnúmero de atrocidades, especialmente el bombardeo incesante y despiadado al que las fuerzas del gobierno someten a las zonas donde vive la población civil, han hecho que la vida para los civiles de Alepo sea cada vez más insoportable. Estos constantes ataques contra zonas de viviendas, señal de una política que pone sistemática y deliberadamente en el punto de mira a la población civil, constituyen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”, dijo Amnistía Internacional. “Al atacar de forma incesante y deliberada a la población civil, el gobierno sirio parece haber adoptado una cruel política de castigo colectivo contra la población civil de Alepo.”
Ataques de las fuerzas gubernamentales con bombas de barril
Los ataques con bombas de barril –barriles de petróleo, tanques de gasolina o bombonas de gas llenos de explosivos, combustible y metralla que se lanzan desde helicópteros– mataron a más de 3.000 civiles en la gobernación de Alepo el año pasado y a más de 11.000 en toda Siria desde 2012. El mes pasado, activistas locales denunciaron al menos 85 ataques con bombas de barril en Alepo que mataron como mínimo a 110 civiles. Sin embargo, el gobierno sirio no ha reconocido ni una sola víctima civil a causa de estos ataques, y el presidente Bachar el Asad, en declaraciones a los medios de comunicación en febrero de 2015, negó categóricamente que sus fuerzas hubieran utilizado este tipo de armamento.
Los sobrevivientes de los ocho ataques con bombas de barril que se documentan en este informe narran la espeluznante carnicería que presenciaron tras las explosiones, unas escenas que dejan claro el verdadero horror de estos ataques.
“Había niños sin cabeza y pedazos de cuerpos por todas partes. Es como uno se imagina el infierno”, declaró un operario de una fábrica local describiendo el panorama que presenció tras el ataque contra el barrio de Al Fardous en 2014.
Un cirujano local afirmó que la gravedad de las lesiones causadas por las bombas de barril no tiene precedente: “Las bombas de barril son las armas más terribles y dañinas [...] [Vemos] politraumatismos, intestinos fuera del cuerpo, muchas amputaciones: un catálogo de horrores”.
En uno de esos ataques, en junio de 2014, una bomba de barril cayó en un mercado abarrotado del barrio de Sukkari, donde había una cola de 150 personas que esperaban el reparto de canastos de alimentos procedentes de un punto cercano de distribución de ayuda humanitaria. Un testigo afirmó que el ataque iba dirigido contra la población civil y describió así el “puro horror” de los momentos posteriores al impacto de la bomba:
“Mataron al del puesto de helados, al que vendía bocadillos, al del puesto de juguetes [...] Los mataron a todos”, afirmó.
En el informe se explica también el sufrimiento que supone para la población civil vivir bajo esta amenaza mortal y persistente.
“No tenemos sol ni aire fresco, no podemos subir fuera, y siempre hay aviones y helicópteros sobrevolando el cielo”, declaró un médico cuyo hospital, al igual que otros, tuvo que trasladarse bajo tierra.
“Siempre estamos nerviosos, preocupados, mirando al cielo”, dijo a Amnistía Internacional un maestro de Alepo.
Otro residente describió Alepo como “el círculo del infierno”: “Las calles están llenas de sangre. Las personas que mueren no son combatientes”, afirmó.
Hace más de un año, la ONU aprobó una resolución en la que se pedía el fin de los abusos contra los derechos humanos y en concreto los ataques con bombas de barril, asegurando que habría consecuencias si el gobierno no cumplía. Actualmente, la comunidad internacional ha vuelto la espalda a la población civil de Alepo, mostrando su fría indiferencia ante una tragedia de derechos humanos que va en aumento. Los perpetradores de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad interpretan esta permanente inacción como señal de que pueden seguir manteniendo como rehén a la población civil de Alepo sin temor a castigo alguno. Si la situación de Siria se remitiera a la Corte Penal Internacional, se les transmitiría el mensaje de que quienes ordenan y cometen estos crímenes pueden ser puestos en manos de la justicia, lo cual contribuiría a frenar la espiral de abusos.