La comunidad internacional se ha abstenido colectivamente de actuar a partir de la experiencia adquirida en el genocidio de Ruanda, dijo hoy Amnistía Internacional, cuando el mundo conmemora el 20 aniversario de la catástrofe humana que se saldó con casi 800.000 muertos.
“En 1994, el mundo se cubrió de vergüenza cuando cerró los ojos ante los desesperados gritos de ayuda que llegaban de Ruanda. África y el resto de la comunidad internacional se lavaron las manos mientras se masacraba a cientos de miles de personas”, afirmó, secretario general de Amnistía Internacional. El mensaje es claro: no se debe permitir que esto suceda de nuevo. Pero aunque los líderes han reconocido sus errores, 20 años después es evidente que no se han puesto en práctica las lecciones aprendidas. Los gobiernos siguen sin actuar para proteger a quienes lo necesitan en las catástrofes inminentes que afrontamos hoy.”
Veinte años después, los ecos de los sucesos de Ruanda reverberan en la República Centroafricana y en Sudán del Sur… y en otros países.
“Los recientes sucesos de la República Centroafricana y Sudán del Sur ponen de relieve que los esfuerzos regionales e internacionales siguen sin abordar los conflictos actuales de África. En la República Centroafricana hay una limpieza étnica en gran escala. También en Sudán del Sur se está asesinando o violando a personas debido a su etnia y a su presunta afiliación política. No enviar operaciones de paz más robustas y no garantizar la rendición de cuentas por crímenes graves en África sólo sirve para que se produzcan nuevas tragedias de proporciones catastróficas.”
Desde diciembre de 2013, Amnistía Internacional investiga los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad que continúan cometiéndose, pese a la presencia de fuerzas de paz de la Unión Africana y Francia, en la República Centroafricana, donde se perpetran a diario homicidios extrajudiciales, violaciones y otras formas de tortura. La limpieza étnica ha obligado a cientos de miles de musulmanes a huir a los países vecinos, donde los refugiados viven en condiciones terribles mientras se desarrolla otra crisis humanitaria.
“Nuestros equipos están investigado la limpieza étnica en gran escala que azota la República Centroafricana e informando sobre ella. Se masacra a hombres, mujeres y niños, mientras las fuerzas de paz no se ven en ninguna parte. Es inaceptable que en los pasillos del poder de la ONU, Europa y la Unión Africana, los retrasos burocráticos y los juegos del poder político estén frustrando los reiterados esfuerzos para desplegar tropas de paz de la ONU adicionales en la República Centroafricana con la suficiente rapidez. Los terribles resultados son evidentes: muerte y miseria.
En Sudán del Sur, miles de civiles han sido asesinados en los últimos meses y más de un millón de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares después de que estallara el conflicto en diciembre de 2013. Aquí también los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad siguen destruyendo vidas mientras los perpetradores continúan en libertad.
En respuesta a la violencia, el Consejo de Seguridad de la ONU acordó por unanimidad aumentar las fuerzas de paz en Sudán del Sur para que desempeñen mejor su mandato de proteger a la población civil. Sin embargo, pese a las lecciones aprendidas en Ruanda, el despliegue es lento.
Continúan cometiéndose homicidios extrajudiciales, violaciones y abusos contra los derechos humanos, a menudo por motivos étnicos y supuestamente políticos. Tanto las fuerzas del gobierno como las de la oposición destruyen deliberadamente propiedades, atacan hospitales e iglesias, y cometen saqueos generalizados, dejando ciudades abandonadas. Miles de civiles siguen huyendo del país mientras cientos de miles de personas continúan desplazadas dentro de Sudán del Sur. Con la inminente llegada de la estación de lluvias, se avecina una catástrofe humanitaria a menos que la ayuda humanitaria pueda llegar a la población civil sin demora.
Información complementaria
El genocidio de Ruanda se cometió durante la guerra que comenzó en octubre de 1990 entre las fuerzas del gobierno ruandés y el Frente Patriótico Ruandés (RPF), predominantemente tutsi, con base en Uganda. El RPF había sido creado por tutsis exiliados en Uganda tras su huida o la de sus padres de las matanzas étnicas de 1959 y 1963, entre otras.
Cuando el conflicto se intensificó, el gobierno ruandés pidió la ayuda de sus seguidores para que atacaran a cualquier persona identificada como simpatizante o posible simpatizante del RPF, lo que se convirtió en una estrategia deliberada para matar tutsis y conservar el poder.
El 6 de abril de 1994, el avión en el que viajaban el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana y el de Burundi, Cyprien Ntaryamira, fue abatido a tiros sobre Kigali, la capital de Ruanda, desencadenando matanzas étnicas en una escala sin precedentes. Los tutsis y hutus que se opusieron a la matanza organizada y a las fuerzas que la orquestaron fueron masacrados.
El gobierno proporcionó instrucción y repartió armas, incluidos machetes, a sus seguidores del partido gobernante, el Movimiento Nacional Republicano por la Democracia y el Desarrollo, y de su organización juvenil, los interahamwe (“los que atacan juntos”), así como a su aliado, la Coalición para la Defensa de la República, y a sus juventudes.
El 21 de abril de 1994, pese a los informes sobre las matanzas que se estaban cometiendo en Ruanda, el Consejo de Seguridad de la ONU votó reducir la misión de la ONU presente en el país, que pasó de tener 2.500 soldados a 270.
La impotente misión de la ONU permaneció en el país mientras decenas de miles de ruandeses eran asesinados cada semana. En los tres meses siguientes fueron asesinados unos 800.000 tutsis y hutus ruandeses contrarios al gobierno.
El genocidio se detuvo en julio de 1994, cuando el RPF derrotó a las fuerzas del gobierno. El RPF cometió también abusos masivos contra los derechos humanos inmediatamente después del genocidio y en el conflicto que se desencadenó a continuación.
Veinte años después, muchos perpetradores del genocidio han sido juzgados por los tribunales ruandeses nacionales y comunitarios, conocidos como gacaca; por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda y por tribunales de Europa y Norteamérica. Continúan las investigaciones sobre decenas de presuntos genocidas que viven fuera de Ruanda. La mayoría de los homicidios cometidos por el RPF siguen sin ser juzgados.