“Jamás nos detendremos.” Los activistas norcoreanos que luchan por que se respeten los derechos humanos en su país – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

“Jamás nos detendremos.” Los activistas norcoreanos que luchan por que se respeten los derechos humanos en su país


Ji Cheol-ho y Kim Keon-woo realizaron por separado peligrosos viajes para escapar de la brutalidad de la vida cotidiana en Corea del Norte en busca de un futuro mejor.

Fue en Seúl donde Cheol-ho, de 34 años, y Keon-woo, de 32, se conocieron en 2011. Encontraron una causa común en el deseo de ayudar a las personas que siguen sufriendo en su país y a otras que, como ellos, buscaron refugio en el extranjero.

Los dos dedican ahora su tiempo a trabajar para Actuemos Ya para la Unidad y los Derechos Humanos (Now Action for Unity and Human Rights, NAUH), ONG con sede en Seúl que hace campaña para defender los derechos humanos en Corea del Norte y ayudar a quienes escapan.

Durante los dos últimos años, Amnistía se ha asociado con NAUH. Esta asociación culminó cuando Ji Cheol-ho y Kim Keon-woo se dirigieron a los diplomáticos y diplomáticas de la ONU en Ginebra en marzo, durante un examen del terrible historial de derechos humanos de Corea del Norte.

Aquí los dos activistas cuentan su historia.

Ji: Escapé de Corea del Norte en 2006 con mi madre y mi hermano. Yo tenía 22 años. Se suponía que nuestro padre se uniría a nosotros después, pero no volví a verlo. Nos dijeron que había sido capturado y torturado y había muerto en Corea del Norte.

Este año pude contar nuestra historia en las Naciones Unidas, para hacer que el régimen de Corea del Norte rinda cuentas por los abusos que comentió contra su pueblo y contra quienes buscan una vida mejor. Para mí fue muy importante tener esa oportunidad

 

Libertad


Kim: Mi familia tenía una posición relativamente acomodada en Corea del Norte, pero todos sufrimos la Gran Hambruna de la década de 1990. Durante los seis meses previos a que mi familia decidiera marcharse no se distribuyó comida. Yo tenía 11 años cuando mi madre me dijo: “Vamos a un lugar mejor, y a comer mejor comida”, y en 1998 huimos.

El plan era llegar a donde estaban nuestros familiares en Dangdong, China, no lejos de la frontera. Cruzamos el río Tumen. Muchas personas que trataron de huir de Corea del Norte murieron en esa ruta. Era agosto, y había fuertes lluvias. Mi madre estuvo a punto de ahogarse, pero lo más difícil vino cuando llegamos a China.

Sin documentación legal, estábamos siempre en peligro de que nos devolvieran a nuestro país, y una vez allí podríamos ser enviados a un campo de trabajo o incluso ejecutados. En China nos quedábamos en casa la mayor parte del tiempo; allí estudié y aprendí a hablar chino. Cuando la policía visitaba nuestra casa, teníamos que escondernos. Al final nos quedamos en China siete años, porque no sabíamos cómo llegar a Corea del Sur. Cuando finalmente conseguimos alcanzar Seúl a través del Consulado de Corea del Sur en Shanghái en 2005, encontré la libertad.

Me había licenciado y tenía un empleo, pero aún tenía que luchar para poder comer. A los 17 años, sólo medía unos 110~120 cm de estatura. Comía cualquier cosa que conseguía, como corteza de árbol. Empecé a cuestionarme si eso era realmente lo mejor que un país podía hacer por su gente.

Después de que mi hermano y yo huyéramos a China, nos separamos, ya que sabíamos que si seguíamos juntos había más probabilidades de que nos atraparan. Confiábamos en reencontrarnos en Corea del Sur, pero no sabíamos si esa sería la última vez que nos veríamos. Durante 15 días tomé un montón de autobuses y atravesé bosques a pie en mi intento por llegar a Corea del Sur a través del sureste asiático. Cada vez que alguien me hablaba en chino, me limitaba a sonreír y confiar en que todo saliera bien.

Cuando llegué a Seúl tenía tanto que procesar... Mi primera impresión fue que estaba en un aeropuerto fresco. Recuerdo el aire fresco. Me sentí abrumado cuando me reuní con mi hermano y mi madre, que ya habían llegado a Corea del Sur.

Durante mi primera semana en Seúl no sabía qué hacer con mi recién descubierta libertad. Dormí durante una semana. ¡Utilicé mi libertad para dormir! Luego decidí que sólo diría que sí a las cosas que quisiera hacer. Quería estudiar. Aquello era la libertad.

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Kim: Lo mejor de vivir en Seúl era que tenía libertad para ir donde quisiera. En China tenía un miedo constante a ser devuelto a mi país.

En 2011, en la universidad, me presentaron a Ji Seong-ho, fundador de NAUH. Puede parecer raro, pero yo no sabía gran cosa acerca de los abusos contra los derechos humanos en Corea del Norte. Cuando vivía allí vi dos ejecuciones públicas, pero era demasiado pequeño cuando nos marchamos, no sabía lo que significaba. Por curiosidad, fui a una de las reuniones de NAUH. Fue entonces cuando me di cuenta de que podría haber sido mi familia la que sufriera esos abusos.

 

Valentía


Ji: Mi vida cambió en Seúl, pero sabía que en mi país había mucha gente que seguía sufriendo, así que ayudé a crear NAUH en 2010. Empezamos con campañas callejeras en Seúl sobre los derechos humanos en Corea del Norte y nos fuimos ampliando a medida que aumentaban nuestros recursos y simpatizantes. Un año después empezamos a hacer rescates de emergencia de personas norcoreanas. Ayudé a personas norcoreanas en China, especialmente mujeres, a llegar a Corea del Sur y a adaptarse a su nueva vida.

Cada vez que conocía a alguien de Corea del Norte, veía su valentía. Cuando vivía allí, me decían que las mujeres que huían eran las peores. Ahora tengo una visión diferente, y quiero ayudar a estas mujeres. Les hablo en un dialecto norcoreano y eso las hace sentir en su casa. Este es el trabajo que necesito hacer. Es el trabajo más valioso, y me hace feliz poder ayudarlas.

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Kim: Con la ayuda de Amnistía, aprendimos diferentes enfoques para defender los derechos humanos. Al igual que nosotros, Amnistía trabaja con personas cuyas voces, de lo contrario, no se escucharían.

El trabajo que hemos realizado juntos culminó en una campaña ante la ONU en Ginebra este pasado marzo, donde nos reunimos con diplomáticos y diplomáticas para hablar sobre los derechos humanos. Presentamos testimonios e investigaciones para contribuir al examen periódico universal al que la ONU sometía a Corea del Norte.

Nuestro informe a la ONU trataba sobre los niños y niñas de la calle en Corea del Norte. Los abusos que sufren son de los peores que hay. Estos niños y niñas no tienen oportunidad de defender sus derechos así que, como activista de derechos humanos, quería hacer algo para ayudarlos.

Ji: Aunque los abusos contra los derechos humanos siguen predominando en Corea del Norte, los esfuerzos como los que hacemos nosotros recuerdan a la gente lo que está sucediendo. Jamás dejaremos de trabajar para ayudar a la gente de Corea del Norte a hacer realidad sus derechos.

Kim: Para conseguir un cambio positivo, tenemos que conseguir más presión de otros gobiernos sobre Corea del Norte. Los gobiernos temen la opinión de su pueblo. La gente de Corea del Norte que vive allí no puede alzar la voz en estos momentos, así que sigamos denunciando los abusos contra los derechos humanos, para que el gobierno norcoreano no pueda ignorar las voces de ustedes.

Ji: Damos las gracias a los y las simpatizantes de Amnistía por preocuparse por los derechos humanos en Corea del Norte. Confío en que trabajando en colaboración podamos mejorar los derechos humanos de todas las personas.

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