Por Ilsen Jara, directora de comunicaciones de Amnistía Internacional Chile (@IlsenJaraQ)
“De las mujeres como del agua depende la vida”.
Esta frase cobra total sentido al hablar de Verónica Vilches, Lorena Donaire y Carolina Vilches, defensoras de este vital elemento e integrantes de Mujeres Modatima (Movimiento de Defensa del Agua, la Tierra y la Protección del Medio Ambiente) de Chile. Esta organización nació en 2017 en la Provincia de Petorca, donde el problema de la sequía se arrastra por años y sus repercusiones son dramáticas.
La mayor parte de los derechos de agua en Chile permanecen en manos de privados, mientras hay ríos que se secan, animales que mueren y personas que no tienen acceso a este recurso incluso para sus necesidades más básicas.
En este escenario ha habido mujeres que han emprendido una lucha por recuperar el agua para las comunidades. Es sabido que a lo largo de los años las mujeres han jugado un importante rol en el manejo del agua, principalmente en sectores rurales. A menudo son ellas quienes la recolectan, utilizan y administran para sus familias y comunidades.
En este caso, Mujeres Modatima, además, se alza como una voz de denuncia para contrarrestar los efectos perjudiciales que está provocando la crisis hídrica de manera particular en la vida de las mujeres. Este es el motor que anima a Verónica, Lorena y Carolina. Esta es la batalla que dan a diario pese a los riesgos que implica: vigilancia, intimidación, estigmatización, hostigamiento y amenazas.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile ha advertido en diferentes ocasiones sobre la situación hídrica que afecta a los habitantes de Petorca. La entidad ha establecido que la escasez de agua no solo estaría asociada al fenómeno de la sequía, sino que también a las actividades empresariales en la zona, especialmente al uso de los suelos en el intenso cultivo de paltos y cítricos. De hecho, ha habido denuncias de extracción ilegal de agua en la zona, cuestión que Modatima ha acusado con insistencia.
Por su parte, Amnistía Internacional ha alertado de manera reiterada que América es la región más peligrosa del mundo para quienes están en la primera línea luchando por la protección de la tierra, el territorio y el medioambiente. Esto basándose en los estudios de la ONG Global Witness, la cual anunció que en el último año hubo más de 200 asesinatos, dos tercios de estos ocurrieron en América Latina.
En Chile, integrantes de Modatima, y muy especialmente, Mujeres Modatima, han vivido en carne propia el hostigamiento y ataques por denunciar los conflictos por el agua. A continuación presentamos algunos casos que encienden las alarmas y para los cuales Amnistía Internacional está demandando protección y resguardo de manera inmediata.
Verónica Vilches es una mujer campesina que desde su niñez forjó el respeto por la naturaleza. A partir del año 2015 es la presidenta del sistema de abastecimiento de agua potable rural (APR) de San José de Cabildo, Provincia de Petorca, Chile. Este cargo lo desempeña de manera voluntaria, dedicándole de cuatro a cinco horas al día, lo que permite abastecer de este recurso hídrico a más de mil personas de su comunidad.
Efectivamente han sido años de compromiso para que a ningún vecino le falte el agua, pero también han sido años de vivir con miedo. “Cuando asumí esta labor empecé a sufrir mayor vigilancia y acoso”, reconoce.
Verónica relata que en 2017 recibió una llamada telefónica de personas que se identificaron como Policías de Investigaciones (PDI) de Santiago, diciendo que necesitaban conocer el funcionamiento del pozo que ella administraba para abastecer de agua a su comunidad.
“En esa oportunidad, seis funcionarios de la PDI llegaron a la planta, me insistieron mucho en que hiciera funcionar el pozo y en cada momento tocaban sus armas. Parecía que me querían confundir y atemorizar. Más tarde me dijeron que yo —desde ese momento— pasaba a ser imputada por sustraer agua para la comunidad de San José y me hicieron firmar unos papeles”.
Sin embargo, según las averiguaciones que ha hecho Amnistía Internacional en la Fiscalía Nacional de Chile, no existe registro de que se haya abierto nunca una causa en contra de Verónica Vilches.
Entonces, ¿por qué la PDI habría ido a investigar a Verónica? ¿Qué objetivo tenía ese episodio? ¿Quiénes estaban detrás de este hecho? Actos como este alimentan la incertidumbre y el miedo, más aún cuando esta mujer ha tenido que sufrir nuevos sucesos de hostigamiento a lo largo de estos años.
Ella relata que es usual que furgonetas y jeeps se aposten frente a su casa o en la sede de la APR a gritarle improperios. “Son vehículos con vidrios polarizados y sin patente. Incluso el año pasado, cuando me dirigía a la planta de APR con otra operadora un jeep plateado casi nos atropelló”, añade.
Otro episodio grave, reciente y que se conoció a través de medios de comunicación, ocurrió el 13 de febrero de este año cuando la planta de agua apareció con un rayado amenazante que decía: “Muerte APR. Muerte a Verónica Vilches”. “Con todo lo vivido, la angustia y pena, perdí la voz durante unas horas”, concluye Verónica.
Lamentablemente el hostigamiento hacia Verónica no para. Al momento de cerrar este artículo, Amnistía Internacional recibió un llamado telefónico de ella en el que nos relató un nuevo suceso de amenaza por parte de un desconocido.
Lorena y Carolina, otras mujeres vitales en la lucha por el agua
Lorena Donaire es madre, profesora, defensora de la tierra y la vocera nacional de Mujeres Modatima. Ella relata que en varias oportunidades ha sido perseguida por automóviles con vidrios polarizados y sin patente. También cuenta que ha tenido un vehículo con esas características apostado frente a su casa y que en ocasiones ha detectado drones sobre su patio.
Además, menciona que, en al menos cuatro ocasiones, desconocidos han entrado a su casa, siempre de madrugada y mientras ella estaba junto a sus hijos. Curiosamente en ninguna de estas ocasiones ha habido robos. “El último incidente de este tipo fue en febrero de este año. Al escuchar los ruidos y forcejeo, tomé todos los cuchillos y me encerré en la pieza junto a mis hijos”. En esta última ocasión, Lorena menciona que llamó a Carabineros, policía chilena, y la respuesta fue que “no tenían furgón para ir a asistirla”.
Lorena alega: “es habitual que cuando se realizan denuncias nunca obtenemos respuestas ni ayuda. Muchas veces no nos reciben las denuncias, y si una denuncia ingresa a la Fiscalía y prospera, al corto tiempo se cierra por falta de antecedentes. Ya estamos cansadas y no tenemos confianza en los procesos judiciales; pues todo queda en nada”. Esto evidencia claramente que estas defensoras, aparte de tener que sobrellevar los ataques y acosos, se encuentran con barreras que les impiden denunciar aquellos peligros; por lo que la mayor parte de las veces tampoco se decretan medidas de protección para ellas.
Carolina Vilches es madre, geógrafa y recientemente elegida como convencional constituyente. Esto significa que será una de las 155 personas que escribirá la nueva constitución para Chile. No es exagerado pensar que la importante votación que obtuvo fue, en gran medida, en reconocimiento a su trabajo como defensora del agua. Esto, de seguro, es un aliciente para ella; pues reconoce que en varias ocasiones fue estigmatizada por su labor, llegando incluso a ser llamada “terrorista” por algunas personas de la comuna. La retórica demonizadora es un recurso habitual que se utiliza para desacreditar la labor de los activistas del medio ambiente. Estas afirmaciones pueden ser peligrosas, pues no sólo se intenta acallar a las personas que alzan su voz, sino también se intenta ocultar el conflicto que hay de fondo.
En este caso, Carolina trabaja además en la Municipalidad de Petorca donde de manera inédita se creó la primera Oficina de Asuntos Hídricos y Ambientales. “Nos encargamos de apoyar los sistemas comunitarios del agua, defendemos el río y hacemos denuncias de irregularidades cuando corresponde”. Esto ha hecho que incluso algunos agricultores de la zona hayan acudido a su lugar de trabajo a presionar para que sea desvinculada por “revolver el gallinero”, según nos relata.
Carolina cuenta que, en una oportunidad, una camioneta negra con vidrios polarizados intentó atropellarla cuando iba junto a su hijo de 12 años. “Mi reacción de ese momento fue empujar a mi hijo y lanzarlo a un cerco con espinos. Era eso o lo arrollaban”. Según recuerda, este episodio ocurrió cuando ella y sus compañeras habían hecho denuncias públicas en contra de una empresa de la zona que estaba extrayendo agua de manera indiscriminada.
“No pude hacer la denuncia de lo ocurrido porque no sabía la identidad de la persona que había tratado de hacerme daño. Tampoco anoté la patente, solo me puse llorar”. Sin esta información Carolina ya sabía que, como en otras ocasiones, Carabineros no admitiría su denuncia.
Al igual que Lorena, Carolina relata que en una oportunidad desconocidos ingresaron a su casa, rompieron los vidrios y tiraron paltas. Aquí tampoco hubo robo, solo revolvieron las cosas. “Este tipo de ataque y hostigamiento sucedieron después de que descubrimos una tubería ilegal que había en el río Petorca. En esa oportunidad dejé constancia en Carabineros, pero no hubo ni investigación, ni culpables”. Finalmente ella decidió mudarse de casa junto a su hijo por temor a nuevos ataques.
Carolina nos cuenta que conoce a otras personas que también han vivido situaciones de peligro pero que tienen miedo de hablar. En particular, asegura conocer a una mujer que fue amenazada de muerte. “Nosotras hemos peleado mucho con un agricultor que sobreexplota el agua. Tiene rodeada una comunidad con sus plantaciones de paltas; mientras tanto, las personas que viven allí beben agua de camiones aljibes. Este hombre amenazó de muerte a una vecina, pero ella no quiere hacer público su caso ni menos denunciar porque tiene mucho miedo”.
Tanto Verónica como Lorena y Carolina evitan andar solas en la calle. Saben bien cuáles son los riesgos a los que se pueden enfrentar y saben también que, si algo les pasa, difícilmente podrán cumplir con todos los requisitos para presentar una denuncia formal ante la justicia. Así, todo queda prácticamente en nada, y ellas siguen sumergidas en la desprotección cumpliendo un rol tan trascendental como es sacar a flote abusos y vulneraciones que sufren en su lucha por recuperar el agua. Su protección efectiva e inmediata es vital.