Descargas eléctricas. Palizas. Violación. Humillación. Simulacros de ejecución. Quemaduras. Privación del sueño. Tortura por agua. Largos periodos en posturas dolorosas. Uso de pinzas, drogas y perros. Las meras palabras parecen sacadas de una pesadilla. Sin embargo, a diario, y en todas las regiones del mundo, esos horrores inimaginables se hacen realidad para innumerables hombres, mujeres, niños y niñas. La tortura es una aberración. Es salvaje e inhumana. No puede nunca justificarse. Es una práctica errónea y contraproducente que envenena el Estado de derecho, sustituyéndolo por el terror. Cuando los gobiernos permiten su uso, nadie está a salvo.
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