Desde Amnistía Internacional Argentina hemos invitado a conversar con nosotros a Marisa Pineau. Marisa es historiadora, es profesora plenaria de la UBA, es directora de la Maestría en Historias y Culturas de Asia y África (también de la UBA) y ha venido trabajando en la historia de Sudáfrica desde hace años.
Entrevista a Marisa Pineau | 18 de julio de 2024: Día Internacional de Nelson Mandela
Santiago Juncal (AI): El 18 de julio de todos los años se conmemora el Día Internacional de Nelson Mandela. Así lo decidió la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2009, en reconocimiento a la contribución realizada por el expresidente de Sudáfrica a la “cultura de la paz y de la libertad”. La resolución de la Asamblea del 10 de noviembre de aquel año rescata además la labor humanitaria de Mandela “en los ámbitos de la solución de conflictos; las relaciones interraciales; la promoción y protección de los derechos humanos; la reconciliación; la igualdad entre los géneros; los derechos de los niños y otros grupos vulnerables; y la defensa de las comunidades pobres y subdesarrolladas”.
Tres años antes, en noviembre de 2006, Amnistía Internacional había nombrado a Nelson Mandela “Embajador de Conciencia”, como reconocimiento a sus numerosos años de labor de denuncia de los abusos contra los derechos humanos, no sólo en Sudáfrica sino en todo el mundo.
El 18 de julio era el día del nacimiento de Nelson Mandela, quien terminó falleciendo el 5 de diciembre de 2013. Ese día, Amnistía Internacional Argentina publicó un comunicado en el que sostenía que el movimiento de derechos humanos tenía una deuda de gratitud con él. Allí, nuestra directora ejecutiva, Mariela Belski, expresaba lo siguiente: “La muerte de Nelson Mandela no supone una pérdida sólo para Sudáfrica. Es una pérdida para todas las personas de este mundo que luchan por la libertad, la justicia y para acabar con la discriminación. Como líder mundial que se negó a aceptar la injusticia, el coraje de Nelson Mandela contribuyó a cambiar todo nuestro mundo".
Así, en el marco de una nueva conmemoración por el natalicio de Mandela, desde Amnistía Internacional Argentina hemos invitado a conversar con nosotros a Marisa Pineau. Marisa es historiadora, es profesora plenaria de la UBA, es directora de la Maestría en Historias y Culturas de Asia y África (también de la UBA) y ha venido trabajando en la historia de Sudáfrica desde hace años. La idea es que charlemos un poco sobre la importancia de la figura política de Mandela y de su legado histórico, pero también de las luchas que llevaron a derribar el sistema de opresión racial conocido mundialmente como apartheid. E incluso de la actualidad de la República de Sudáfrica, que es uno de los países económica y poblacionalmente más grandes del continente africano. Todo esto además a tres décadas de las primeras elecciones con sufragio universal en el país.
Marisa, bienvenida y muchas gracias por haber aceptado nuestra invitación a Amnistía Internacional.
Marisa Pineau (MP): Muchas gracias por la invitación.
AI: Para empezar un poco por el principio, me gustaría que nos cuentes quién fue Nelson Mandela y cómo fueron los orígenes de su vida como activista político y defensor de los derechos humanos.
MP: Bueno, Mandela es uno de los grandes personajes del siglo XX, no tengo ninguna duda en decirlo así. Es un gran político, un gran defensor de los derechos humanos y es alguien que ha marcado el siglo XX y que ha marcado los problemas del siglo XX también. No podemos hacer ninguna historia del siglo sin mencionarlo. Mandela empezó como un activista político, podemos decir, desde muy joven, porque cuando era un niño todavía en su aldea fue marcado como para ser un consejero del jefe de la aldea, y con él tuvo una relación bastante cercana. Y digo que “como un activista” y como alguien que siempre luchó por la libertad y por los derechos y por la decisión de las personas, porque le habían asignado a él y al jefe y al hijo del jefe (justamente a quien él tenía que asesorar) un matrimonio. Y ninguno de los dos estaba convencido. Entonces huyeron a Johannesburgo, muy jóvenes, a trabajar y a huir de ese destino. Pero tenía ya un destino político, podríamos decir, desde muy jovencito.
Fue en Johannesburgo donde trabajando como empleado en las minas (no como empleado minero, sino como empleado administrativo) empieza a comprometerse con la lucha contra la segregación. Sufre la segregación racial de una manera mucho más penosa que lo que la había sufrido en su medio rural y ahí comienza a tener participación política. Comienza también a seguir estudios universitarios, que lo llevaron a convertirse en abogado y abrir junto con Oliver Tambo -otro líder del Congreso Nacional Africano- el primer bufete de abogados negros en Johannesburgo. Empieza a recibir entonces los reclamos y los pesares de la población que sufría todas las leyes de segregación primero y del apartheid después. Y entonces se vio comprometido y se politizó muy rápidamente.
La participación más fuerte la tiene después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya tiene algunos años de edad (más de 30 años). Ya se había casado, ya se había divorciado, tenía una vida bastante intensa también. Como deportista, porque fue un gran boxeador. También sabemos que le gustaban mucho las fiestas, ¡era una personalidad bastante interesante!. Y se compromete de tal manera que tanto Tambo como él y como Walter Sisulu (que es otro de sus grandes compañeros a lo largo de su vida) entran en el Congreso Nacional Africano, crean lo que en ese momento se llamó la Liga de la Juventud y logran en muy poco tiempo controlar esa organización. Y el gran cambio que hacen (y hay que marcarlo en este sentido) es que ese Congreso Nacional Africano, que es la organización política más antigua moderna de Sudáfrica (creada en la década de 1910), que había sido una organización de tertulia, de peticiones políticas, etc…la convierte la Liga de la Juventud en una organización de masas.
¿Por qué pasa esto? Porque ya había cambiado el sistema de segregación que existía en Sudáfrica, en ese territorio que había sido colonizado por la Compañía de las Indias Orientales Holandesas primero y después por el Imperio Británico a partir del siglo XIX. Existía, como en toda África en ese momento, un régimen de segregación colonial donde había una separación -en algunas cosas legal y en otras por usos y costumbres- de las personas que tenían derechos y de quienes no. Y hay un cambio muy grande a partir de 1948, cuando se instaura el régimen del apartheid.
Me gustaría hacer una pequeña diferencia entre qué es este régimen de segregación y el sistema del apartheid. En el sistema de segregación, como decíamos, hay usos y costumbres, hay formas que se estaban llevando a cabo en el mundo, en los regímenes coloniales pero también en otros lugares del mundo. En el sur de los Estados Unidos, por ejemplo, donde había una segregación racial evidente y marcada, y era legal también. Pero el sistema del apartheid de 1948 es una modernización de esas formas y la creación de una arquitectura legal que sostiene todo este régimen de segregación racial. Es un régimen de segregación racial que tiene una base importante para marcar, porque hasta 1948 eran los usos y costumbres que marcaban quién era negro, quien era blanco, quién era mestizo, quién era asiático. A partir de 1950, con la Ley de Población, es el Estado el que va a denominar en el momento del nacimiento de cada persona a qué grupo racial pertenece. Y esa marca de nacimiento va a signar toda la vida de las personas. Por eso digo que hay una diferencia y me parece que es importante marcar qué es el apartheid en Sudáfrica, qué fue en ese momento. Una de las cosas que marca es que quienes eran catalogados como blancos por el Estado (un estado que tenía la característica de dominio, que estaba dentro del Imperio Británico) tenían el derecho a voto (mujeres y varones), a ser elegidos y a tener un gobierno autónomo dentro del Imperio Británico. Eran quienes gozaban de todos los privilegios y también de todos los derechos. El primer derecho que tenían era que tenían el derecho al voto.
Toda la otra parte de la población, que representaba un 85%, no tenía derechos políticos para tener representación en el Parlamento y elegir a sus representantes. Esa me parece que es una diferenciación muy grande. Por eso el Congreso Nacional Africano, durante todos esos años, durante buena parte del siglo XX, va a levantar una bandera que es “un hombre, un voto”. Hoy podríamos decir “un hombre/ una mujer/una persona, un voto”… Pero ese era el gran reclamo que siempre sostenían, porque querían la representación política.
El sistema del apartheid, además, dividía cuál era la parte de lo que en ese momento se llamaba la “Sudáfrica blanca”, que era el 87% de las tierras de ese territorio. Es un territorio que tiene un poco más de un millón de kilómetros cuadrados de superficie. Y al 13% restante se lo denominaba homelands y de una manera peyorativa (y es la que se sigue recordando también hoy para hablar de esta situación tan oprobiosa) como bantustanes. Y era lo que se conocía o se consideraba que era la tierra originaria de la población africana. Dividida, esparcida, fragmentada a lo largo del territorio; no era un único territorio, sino que era fragmentado.
En este sentido va a haber a lo largo de la historia del apartheid legal (a partir de la década del 1960) una política por parte del gobierno de Pretoria de promover la politización en esas regiones. Y de que este reclamo de “un hombre, un voto” se canalizara por esos lugares. Lo que no fue feliz, como como podemos imaginar…Por otro lado, como decía, todo se signa a lo largo de la vida, porque cada persona que recibía un documento que decía al grupo al que pertenecía tenía distintas posibilidades de desarrollo en su vida. Una persona que tenía el papel de blanco era ciudadano pleno: podía votar, podía comprar tierras, podía vender, podía circular libremente por el territorio. Y podía además ir a escuelas de la mejor calidad, gratuitas para niñas y niños blancos. Podía ir a la universidad, que no era gratuita todavía, pero podía ir. Podía además tener relaciones sexuales y casarse con personas blancas. Y podía además vivir en las zonas blancas y en toda esa Sudáfrica blanca.
Los otros grupos raciales que marqué, los mestizos, los asiáticos, los africanos (también los mestizos son africanos, ahí hay toda una confusión de clasificación, no quiero adherir a la clasificación del apartheid, entonces la marco como complicada para mencionar), los grupos originarios tenían otra calidad de vida. Como dijimos, no tenían derecho al voto. Podían vivir en ciertos espacios, porque esto no significaba que esas personas no trabajaban para la gente blanca, pero vivían en zonas apartadas. No podían comprar tierra, vivían en lugares muy deteriorados desde lo urbanístico y en realidad tenían la posibilidad de hacer un alquiler de tierras o de casas, que también eran alquiladas al municipio. Pero era circunstancial: en tanto y en cuanto, decía la ley, trabajaran para un empleador blanco.
Entonces, había una idea permanente en el apartheid de separación, porque esa es la palabra apartheid. Y entonces cada uno de estos grupos tenía una escolarización diferente, desde los niveles iniciales hasta los superiores. Podían también aspirar a ciertos tipos de trabajos, porque no podían aspirar a trabajos calificados, y menos todavía darle órdenes a una persona blanca. Y también, como decíamos antes, estaban imposibilitados de casarse y hasta de tener relaciones sexuales con personas de otros grupos raciales. Entonces era una vida “inventada”, porque…¡es imposible pensar una vida “separada”!. Las personas circulan, se mueven…pero los derechos más básicos, como era el derecho de circulación, estaba vedado. Y la interacción entre las personas también era pretendidamente reglada desde el Estado. Entonces me parece que esto da como una idea de ese sistema, un sistema muy opresivo, que además tenía un aparato de coacción y de represión enorme…
AI: Queda claro cuáles eran las características centrales del sistema de apartheid y del de segregación previo. En ese marco, ¿cuáles fueron, creés, los rasgos centrales de la lucha contra el apartheid, tanto del Congreso Nacional Africano como de las personas más cercanas a Mandela, en particular? ¿Y como fue modificándose a lo largo del tiempo?
MP: Mandela siempre tuvo una posición, como abogado que fue, muy legalista y siempre pensó, me parece, la política desde ese marco. Y en ese sentido, desde su bufete de abogado defendió las causas de muchas personas. Pero además en toda la década de 1950 él es un gran organizador político de luchas masivas. Estuvo también muy influido en su política por Gandhi (Gandhi vivió en Sudáfrica mucho tiempo y hay mucha población asiática viviendo ahí, entonces hay una relación bastante estrecha). Una de las luchas que manejó y que fue muy fuerte en esos años eran las “campañas de desafíos”. Como decíamos antes, en el sistema de apartheid los espacios estaban segregados, había colectivos separados para negros y para blancos, etc. Entonces, había “campañas de desafío” por la cual se quemaban los documentos en los cuales se decía a qué grupo étnico pertenecía la persona según el estado. Hacían una reunión en una esquina determinada, avisaban a la policía y a la justicia que iban a cometer eso que se consideraba un delito y entonces iban y quemaban esos documentos.
Una de las cosas que se hizo a mitad de la década del 1950, y de la cual Mandela fue uno de los grandes propiciadores, fue lo que se llamó el Congreso del Pueblo. Este congreso reunió a muchas organizaciones políticas que para el momento eran legales y a algunas ilegales como el Partido Comunista (estaba prohibido para ese momento), y crearon lo que se llamó la Carta de la Libertad. Es un documento muy importante porque el prólogo es el enunciado de la Constitución vigente en Sudáfrica actualmente. Dice que Sudáfrica pertenece a todos los que en ella viven, negros y blancos, y varias cosas más sobre cómo están pensando un país integrado frente a esa desintegración y fragmentación que planteaba el apartheid.
Esto hace que el Estado lleve a juicio a ciento cincuenta y seis de las personas que participaron en la escritura de la Carta y que se llevara a cabo lo que se llamó el juicio de alta traición. Ahí Mandela tuvo un papel importante como abogado llevándolo adelante y eso fue un factor de movilización. Porque cada vez que iban a los tribunales en Pretoria había una gran organización política, discutían, etc.; fue un momento de gran movilización. Si pensamos los años cincuenta, entonces se trata de eso y de la figura de Mandela en aumento, con otras figuras como Robert Sobukwe (que era del Congreso Panafricano) que también tienen una participación muy importante. Vemos creciendo así esa figura de Mandela, liderando junto con los demás en ese momento.
Va a haber un quiebre muy importante en la década de 1960, porque el gobierno del apartheid va a prohibir a todas las organizaciones políticas que se oponen al sistema. Y ahí entonces Mandela pasa a la clandestinidad, junto con muchos de los líderes del Congreso Nacional Africano. Sobukwe para ese momento ya estaba encarcelado, muchos otros se van al exilio y Mandela sale del país. Va a buscar apoyos externos, es la primera vez que sale de Sudáfrica, son muy interesantes sus memorias sobre esos viajes. Y vuelve al país y es capturado por la policía, y justamente lo que le reclaman es esta cuestión de que salió del país sin documentos.
También hay que decir que ya para ese momento Mandela había cambiado la orientación política y estratégica, digamos, de la lucha. Porque ya habían creado -y él fue el que el que lo inicia- un movimiento armado dentro del Congreso Nacional Africano, que se llamó Umkhonto we Sizwe (la “punta de lanza de la nación”). Porque piensan que esa política pacifista no está dando tan buenos resultados. Hay que tener en cuenta también que en ese momento el tema de la lucha armada estaba en las mesas políticas de todo el mundo (Cuba, China, Vietnam, Argelia, etc), no era una novedad ni algo tan estrambótico ni un invento de él. Entonces hay que pensarlo en un contexto global. Es Mandela el que lo lleva adelante, da un discurso en ese contexto y es la primera filmación de él que aún se conserva.
Poco tiempo después, cuando él ya está preso por esta cuestión que decíamos y por la que le habían dado unos pocos años, cae en una redada policial toda la cúpula del Congreso Nacional Africano que estaba clandestina en el país. Entonces se hace un nuevo juicio, el juicio de Rivonia, que es el lugar donde los capturaron. Y en ese juicio es donde a toda esa cúpula (donde había negros y blancos) y al propio Mandela (que lo suman, porque formaba parte de esa organización) los condenan a prisión perpetua. Mandela se defiende y hace allí un alegato, interesantísimo para leer, donde él dice en las últimas palabras que estas son las razones por las que quiero vivir, pero también las razones por las que estoy dispuesto a morir. Porque ellos estaban convencidos de que les iban aplicar la pena capital.
Es ahí cuando empiezan esos larguísimos 27 años de prisión que él tuvo junto con la mayoría de sus compañeros en Robben Island. Y ahí también en Robben Island podemos decir que él llevó adelante un activismo, presionando desde ese costado legalista de hacer peticiones y reclamar permanentemente por una mejor calidad de vida para ellos dentro de la prisión. No voy a ahondar en los vejámenes que sufrieron, nunca se dijo que hubiera tortura física, pero sí psicológicas y pocas posibilidades de vida. Tenemos que pensar que ya Mandela y quienes estaban presos en ese momento con él era gente grande, no jovencitos. Ya tenían familia e hijos, Mandela ya se había casado con Winny y tenía dos niñitas y un hijo más grande. Sufrió inclusive la pérdida de su hijo mayor cuando estaba preso…En ese activismo permanente también activaba con los guardias. O sea, nunca dejó de activar y de reclamar por los derechos de un prisionero político y prisionero de conciencia, como él mismo se consideraba.
Mandela va a sostener esa política de reclamos y sobre todo lo podemos ver cuando hay un cambio desde la política de Pretoria de tratar de hacer un acercamiento, que sabemos que empieza más o menos a mitad de la década de 1980. Eso está documentado y ahí es cuando empiezan unas negociaciones clandestinas, subterráneas, en las cuales él lleva adelante la voz cantante.
AI: ¿En qué consistieron esas negociaciones previas al fin del apartheid y obviamente también previas a las elecciones universales de 1994? ¿Qué implicancias considerás que tuvo toda esa transición política para la lucha contra el racismo sistémico en África e incluso en el resto del mundo?
MP: A mí siempre me pareció que son unas negociaciones muy interesantes. Porque si pensamos que este régimen era oprobioso y que desde todo punto de vista nadie puede estar de acuerdo con él…podemos pensar también que eso iba a terminar en una guerra civil o en un estallido generalizado. O sea, la pregunta siempre es: ¿cómo eso no sucedió? Y ahí me parece que lo que ocurrió en Sudáfrica nos muestra las buenas posibilidades de la política, de la política de la discusión, de sentarse -como dice Mandela en su autobiografía- a hablar con el enemigo…O sea, hay que hablar con el enemigo, hay que discutir, hay que hacer política, hay que conversar y hay que llegar a algunos puntos de acuerdo para seguir adelante. Sobre todo porque evidentemente ni el Congreso Nacional Africano ni Mandela querían hacer estallar al país. Querían un país que desde 1955 estaban diciendo que era un país para todos. No estaban agitando los miedos, los temores o los fantasmas que podía tener parte de la población blanca, de creer que los iban a tirar al mar. No. Les habían dicho ya “nosotros queremos con todos, todo el mundo adentro y discutamos”.
Entonces Mandela empieza a mantener estas negociaciones, primero en los niveles más bajos y después en 1989 llega ya a ser una conversación con Pieter Botha directamente, que era el presidente del país en ese momento. Esto se va construyendo paulatinamente y en forma paralela hay un movimiento político violento en las calles de Sudáfrica que va en aumento, y por eso no podemos pensar las negociaciones solas sentados en una mesa discutiendo, hay que pensarlo desde ese otro lado. Había presiones internacionales muy fuertes: desde organismos internacionales, desde sindicatos, desde organizaciones como Amnistía, por ejemplo, desde organizaciones religiosas, desde conciertos de rock y demás que presionaban para que este sistema se terminara. Es un tema interesante también que los sudafricanos pudieron movilizar y sensibilizar a millones y millones de personas en el mundo que no tenían nada que ver con Sudáfrica, de pensar que lo que pasaba en ese país los estaba llevando. Entonces me parece que esa también puede ser una enseñanza para otros movimientos, para otras situaciones oprobiosas del mundo.
En este sentido, la caída del muro de Berlín a fines de 1989, según Frederik De Klerk, que era el presidente de ese momento, abrió una ventana de oportunidad para poder hacer las negociaciones abiertas. Entonces, en febrero de 1990 en un discurso en el Parlamento De Klerk dice que se terminan todas las prohibiciones sobre los partidos y organizaciones políticas, que se van a liberar a los presos (no dice “presos políticos”) y que se van a iniciar negociaciones para el fin del apartheid.
A partir de allí fueron cuatro años muy duros, muy difíciles. Las negociaciones no fueron para nada fáciles. Había mucha gente que estaba en contra, desde el grupo blanco y desde grupos africanos también. Porque Mandela era muy respetado y reconocido, pero también había otras posiciones y había gente que perdía poder dentro de grupos africanos también; por ejemplo, quienes se habían beneficiado de la política de bantustanización que mencionábamos antes. Entonces hubo muchas tensiones, hubo matanzas, dos grandes matanzas (como la de Boipatong) que hicieron conmover directamente a las negociaciones. También estuvo el asesinato de Chris Hani, que era un joven líder del CNA, un tipo muy carismático e interesante en sí mismo y un poco el “delfín” de Mandela. Entonces fueron años muy difíciles, muy complicados, pero en los cuales el Congreso Nacional Africano desistió de la lucha armada públicamente. Era un mundo distinto, no era ya la Guerra Fría, y eso permitió llevar las negociaciones a la realización de las primeras elecciones libres y democráticas en abril de 1994.
AI: Justamente sobre eso te quería preguntar también. Porque en esas elecciones de 1994 el propio Nelson Mandela, como candidato del Congreso Nacional Africano, fue elegido presidente con casi el 63% de los votos. ¿En qué medida creés que logró ese primer gobierno de Mandela -que duró hasta 1999- revertir la situación de derechos humanos existente en las décadas previas y cuál fue en ese sentido el principal legado de ese primer gobierno?
MP: Me parece que a ese primer gobierno la palabra “reconciliación” lo marca. Porque fue una política, había que convencer a la población blanca que lo que decían era verdad. Y me parece que desde ese punto de vista la población africana fue muy generosa. Porque después de haber sufrido todo lo que sufrieron ellos, sus padres, sus abuelos, fueron muy generosos con quienes los habían oprimido durante tanto tiempo. Y lo siguen siendo hasta hoy día.
En ese sentido, en ese primer gobierno Mandela hizo muchos gestos simbólicos. Por ejemplo, reunirse con el mismo Botha en público, reunirse con la mujer de Hendrik Verwoerd, que fue el “arquitecto del apartheid” y que ya había sido asesinado (aunque eso no tiene nada que ver con esta historia). Otro ejemplo es todo el movimiento con el rugby: cuando en 1995 fue el Campeonato Mundial de Rugby en Sudáfrica, hubo una acción simbólica fabulosa porque Mandela se puso la camiseta de los Springboks. Todas y todos sabemos que el rugby es el deporte “de los blancos” en Sudáfrica. Y al ponerse la camiseta de los Springboks fue un gesto de acercamiento, pero también fue un gesto de decirle a esa población blanca más dura: “miren, ahora volvió el rugby internacional a Sudáfrica porque nosotros estamos en el gobierno; mientras no estuvimos, ustedes estuvieron privados de esto”. Entonces fue un gesto político, me parece, muy interesante. Hizo muchos gestos en ese sentido.
Por supuesto también la Comisión de Verdad y Reconciliación que llevó adelante. Hay muchos de esos gestos muy interesantes. Y sobre todo, la creación y la promulgación de la Constitución definitiva de 1996, que es la que rige hoy día en Sudáfrica. Porque es una constitución muy progresista, donde por ejemplo la posibilidad de la diversidad sexual está consagrada, donde se habla de la libertad de circulación, la libertad de las personas, los derechos básicos, el derecho a la vivienda, etc. Todos esos avances y por supuesto la derogación de la pena capital también. O sea, es amplísima y es súper interesante también. Hay una serie grande, un abanico de derechos humanos que están consagrados en esos años, lo cual no quiere decir que no haya un largo camino por recorrer.
AI: El Congreso Nacional Africano se mantuvo en el poder ejecutivo desde entonces, ganando siempre por amplios márgenes en las distintas elecciones generales, con diferentes candidatos. Sin embargo, en mayo pasado fue la primera vez que el CNA sacó apenas el 40,1% de los votos y por primera vez requirió de la oposición para formar un gobierno de coalición, que asumió hace nada más que un mes. ¿Cómo se explica este desgaste relativo de la principal fuerza política sudafricana? ¿Creés que en los últimos años ha habido una afectación significativa de derechos para las grandes mayorías como para que este resultado electoral tenga lugar?
MP: Hay varias cosas ahí. Una es que nos llama la atención si podemos decir “sacó poco: 40%”, pero es un montón, ¿no? (risas). Pero con esos márgenes que sacaban antes, como ganaban antes, el 40% es poco. Y es cierto que en el régimen político sudafricano se necesita otra mayoría -porque es un régimen parlamentario- para ser gobierno.
Los treinta años provocaron un desgaste del Congreso Nacional Africano. El país ha cambiado mucho, ha tenido un crecimiento económico importante, aunque en los últimos años no lo ha tenido y está pasando una crisis notable. Pero además hay que marcar que hay un desgaste de esa política. Si puedo contar una anécdota, hace diez años estando en Sudáfrica vi una pintada que decía “Stop ANC” (o sea, “Paren al CNA”) y yo me quedé sorprendida, porque nunca pensé que iba a ver una pintada así. Pero era esa idea: que había un avance del CNA, pero que no estaba haciendo lo que se le pedía. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que hay muchas cosas que no se hicieron. Por ejemplo, Sudáfrica sigue siendo el país número uno en el ranking con el peor coeficiente de Gini. O sea, no se han revertido esas desigualdades económicas estructurales que existieron durante la época del apartheid legal. Y eso hace que entonces ahora se hable también de un apartheid estructural, que no fue discutido, que quedaron pendientes muchas cosas, que no alcanzaba solamente con tener el derecho al voto, el derecho a la circulación, el derecho a poder casarse con quien uno quisiera, sino que faltaban cosas. Y me parece que además esas cosas les faltan a los jóvenes y a las jóvenes, que son los que se llaman en Sudáfrica los born free (los nacidos libres), que no tienen esa épica de la época de la lucha contra el apartheid que tuvieron sus padres, sus abuelos, sus abuelas (porque lo vivieron), sino que el apartheid es algo que les cuentan, no es algo que ellos vivieron en carne propia. En cambio viven en esta realidad, en un marco neoliberal además, en el cual no tienen acceso al trabajo, porque si el desempleo es del 27% de la población general, para la población joven es más del 40%. Entonces hay una desazón, un desánimo, una frustración por el sistema posapartheid que muestra entonces estas situaciones.
De todos modos, también hay que pensar que hubo muchos clivajes, muchas internas, muchas facciones que hicieron que se crearan otros partidos políticos a partir de disidencias dentro del Congreso Nacional Africano. Y que si se ve el voto general, suma prácticamente igual que aquel 60% que supieron tener. Entonces hay reclamos, pero me parece que se ha perdido la idea de un proyecto de un nuevo país. O sea, así como hubo un proyecto de cómo querían que fuera el país después del apartheid, falta saber como se sigue treinta años después. Hay mucho de épica y de retórica, pero hay que buscar cosas concretas. Y la gente sigue viviendo en situaciones muy penosas, muy difíciles. La Universidad sigue siendo arancelada, por ejemplo, y sigue teniendo unas currículas muy colonialistas. Entonces hay un montón de cuestiones para llevar adelante. No se han generado, por ejemplo, condiciones mejores de vivienda, de transporte (que es un problema serio también en el país), por supuesto de trabajo, como decíamos antes, etc. Hay un montón de otros derechos que sí están consagrados; por ejemplo, como decíamos antes, las cuestiones de diversidad sexual. O las cuestiones de género, a pesar de que hay unos problemas gravísimos de violaciones, sobre todo sobre mujeres, pero también sobre niños, niñas y varones. Es un problema muy serio que sacude al país y que todavía no se puede solucionar.
De todas maneras, hago un balance positivo a veces discutiendo con gente más joven, porque recuerdo mucho cómo fue ese sistema del apartheid. Creo que es mejor este sistema. Hay mucho por hacer y soy muy crítica, pero también hago una mirada positiva porque recuerdo todas esas cuestiones que hablamos. Y también es un país donde el sistema constitucional y legal posapartheid funciona muy bien, porque hubo crisis políticas que fueron subsanadas, hubo elecciones y el presidente renunció antes y se cumplió en tiempo y forma con la legalidad. Esta coalición que se logró hacer es una novedad, no sabemos qué va a pasar, pero se logró hacer en una semana. Llegaron a ponerse de acuerdo por lo menos para formar gobierno, vamos a ver cómo es para gobernar. Hay una recuperación de la política que me parece que es interesante y que veremos en el futuro cómo sigue. Y sí es importante que los líderes tengan en cuenta que todavía hay mucho por hacer.
AI: Marisa, muy enriquecedor e interesante todo lo que planteaste. Si crees que hay algo importante que no te hayamos preguntado y quieras resaltar sobre la historia de Mandela y de Sudáfrica, adelante.
MP: La figura de Mandela hoy en Sudáfrica está en todas partes. Hay monumentos, hay calles, los billetes tienen la cara de Mandela, las monedas también. Entonces uno lo ve a Mandela y tiene una sensación muy fuerte, pero también para la gente joven es agobiante en muchas cosas. Lo ven como algo del pasado, como diciendo “¿qué tengo que ver con esta persona?”. O sea, hay una lejanía por eso que pueden sentir como un agobio. Entonces es también como para pensar desde donde rescatarlo, quizás hay que volver a pensar desde donde rescatarlo a Mandela.
Es bueno rescatarlo como un activista, como una persona que tuvo una línea moral a lo largo de su vida y que la respetó. Que tuvo principios que respetó. Que se jugó la vida, porque era una persona que en la década de 1940 cuando tuvo ese bufet de abogados podría haber hecho una vida como político dentro del sistema del apartheid. Podría haber tenido una “buena vida” y decide hacer esta vida y la llevó hasta el final, porque llegó a ser presidente casi con 80 años. Entonces cuando salió de prisión, si él hubiera dicho “¿Saben qué? Yo ya hice todo, me retiro”, nadie le podría haber reclamado nada. Y él siguió hasta el final de su vida, porque después que dejó la presidencia tomó para sí dos grandes activismos. Uno el tema del SIDA; fue uno de los primeros líderes africanos que salió con ese tema, cuando era un tema tabú dentro de la política sudafricana y africana en general. Y también la defensa de niñas y niños. Esos dos puntos él los llevó adelante y esas cosas valen la pena rescatarse. Y pensar así en una persona que dedicó su vida a todo esto y que no pudo hacer probablemente todo lo que quiso o todo lo que imaginó, pero que después de haber estado 27 años preso igual siguió adelante, ya muy mayor, llevando causas que valían la pena.
AI: Marisa, muchísimas gracias