Me angustia la injusticia. – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

Me angustia la injusticia.


Es la única mujer Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional, la Organización de Derechos Humanos creada en 1961, con una sede argentina y más de siete millones de miembros en el mundo. ¿Señas particulares? Ninguna en especial que diga que detrás de esa aparente fragilidad, hay un tanque Sherman, trabajando duro, sin descanso. Parece una joven común y corriente, a quien no se le dan más de 30 años. Pero tiene 43 y una historia vertebrada por su pasión, los Derechos Humanos: “Empecé a los 23 y no paré. Cuando estudiaba abogacía trabajaba en Tribunales, después en Ferrocarriles Argentinos, en el área de litigios dentro del gobierno nacional, seguí estudiando derecho administrativo porque siempre me gustó lo público, la política y el estado. Y apliqué para esta posición en Amnistía Internacional”.


En su oficina porteña con vistas excepcionales a la Avenida 9 de julio hay varios dibujos infantiles. “Los hizo Malena, mi hija de 9 años; no me casé nunca, me separé de su papá pero estoy en pareja”.


En el transcurso de la nota habrá escasas referencias a su vida privada y sobreabundará en detalles de su carrera: ama trabajar y va a conjugar el verbo en todos los tiempos y modos. “Hace cuatro años que estoy en Amnistía y antes trabajé 11 años en la Asociación por los Derechos Civiles, otra ONG por los DD.HH. Mi paso por la gestión pública comenzó en el gobierno de Fernando De la Rúa y continuó en el de Néstor Ibarra: estuve en la Secretaría Legal y Técnica de la Secretaría de Educación y luego pasé a la Subsecretaría de Hacienda y Finanzas. En 2001 me fui a estudiar a Inglaterra y no volví al sector público.” Por sus venas no corre sangre jurídica: su madre se acaba de jubilar como docente, su padre siempre se dedicó a las finanzas y el comercio, y su hermano menor estudia diseño industrial. “Suelo preguntarme cómo llegué hasta acá -dice ahora hablando pausadamente, algo raro en su velocísima verborragia. Las situaciones de injusticia siempre me generaban angustia; siempre me conmovieron los adultos mayores en situación de calle. También creo que aunque soy de familia judía ¡agnóstica! -exclama- hay algo del judaísmo que me debe haber tocado. No lo tengo muy meditado pero lo hilo con la historia del pueblo judío, sufrido, estigmatizado. Y no dudé en estudiar Derecho y en la UBA porque no hay como la universidad pública. Carlos Nino fue el docente que me hizo reflexionar más porque despertó en mí algo que ningún otro, en relación con los materiales de lectura que me asignó. Hice un clic. Y me fui a la Universidad de Palermo donde un grupo de sus discípulos armaron una maestría que tenía una Clínica Jurídica de Interés Público: un grupo de alumnos litigábamos casos ligados a grupos vulnerables. Por ejemplo, el caso de una empresa que contrataba solamente varones para servir helado. Ganamos el tema en Tribunales y logramos que tomaran también mujeres. Fue la experiencia más hermosa que tuve después del nacimiento de mi hija. Después tuve la suerte de que la Universidad de Essex (Inglaterra) fuese muy progresista, con docentes con puestos en Naciones Unidas. Allí empecé a interactuar con gente que toma decisiones para el mundo, en especial sobre DD.HH. Ese año y medio en Londres fue muy productivo para mí”.


Volviendo a casa
Mariela volvió a Buenos Aires y uno de sus puestos más interesantes fue en la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), donde dirigió el área de acceso a la información y trabajó en una ley para que los periodistas reciban información del gobierno -que aún no existe-. Aunque siempre le interesaron más los derechos económicos, culturales y sociales que los civiles y políticos, fue coordinadora institucional de la asociación.


A Amnistía Internacional llegó por el aviso de un diario. “Me postulé. Sabía que era una organización súper prestigiosa en Europa, que se peleaban por entrar. En mis 11 años trabajando en DD.HH. jamás me había sentado con alguien que trabajara en Amnistía. Me confirmaron y el desafío fue grande. Había que instalarla, ponerla en la agenda pública. Cuando llegué me encontré con que tenía que armar un equipo de cero; Amnistía Argentina es una de las más de cien secciones que tiene Amnistía Internacional en el mundo. Dependemos del Secretariado Internacional que hasta hace poco estaba en Inglaterra, pero comenzó un proceso de descentralización y la sede para América Latina va a estar en México y en Lima. Hoy tengo un equipo maravilloso; algunos creen que somos como 40 y en realidad sólo somos seis”.


Amnistía y los Derechos Humanos
¿Cómo definen temáticas y posiciones a nivel mundial, regional y local? “Nuestras prioridades están donde ocurren las cuestiones más crudas en materia de DD.HH., por ejemplo hoy internacionalmente, en Siria. Todas las secciones en lobby llevamos la posición de Amnistía a la Cancillería de los distintos países para que llegue a Naciones Unidas. Tenemos un formato que nos da el Secretariado Internacional y recibimos informes de todas las regiones, tenemos asambleas y encuentros anuales. Uno de nuestros objetivos es concientizar a la ciudadanía argentina del problema de los DD.HH. en el mundo. En Europa los medios publican más información sobre DD.HH. que en América Latina, Africa o Asia. Y a la gente le preocupa más lo que pasa en Nigeria que a nosotros (salvo en el caso del ingeniero secuestrado Santiago López Menéndez, que nos tocó de cerca)”. ¿Por qué? Belski opina que acá no tenemos tanta información y los medios no publican con el despliegue de otros países. “Depende también de que la sociedad civil ponga el tema en la agenda pública, ese en nuestro desafío, que la difusión también se haga desde las universidades porque es un tema cultural. Los europeos no tienen muchos problemas de DD.HH. y entonces tienen más tiempo e interés para leer lo que pasa en otra parte. Nosotros, con tantos problemas propios, estamos metidos en lo nuestro”.


¿Qué campañas hay actualmente en curso en Argentina? La del Compromiso Público, por una agenda de DD.HH. en el país 2015-2019. En ese marco, “cada presidenciable argentino se compromete a incluir en su futuro programa de gobierno los nuve puntos identificados por Amnistía Internacional (ver recuadro). Muchos ya vinieron a firmar -explica-. Trabajamos también Salud Sexual Reproductiva en la región y el mundo, y en la Argentina incluimos al aborto porque es la gran deuda; también, mujer y violencia de género. Nuestra posición es acompañar a otras organizaciones; no lideramos temas sino que nos sumamos, agregando el valor que da Amnistía”.


Publicado en Clarín

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