Mariame Dabo, de 59 años, vive en Tambacounda, en el este de Senegal. Sobreviviente de una mutilación genital femenina cuando era niña, Mariame trabaja sin descanso para sensibilizar a las comunidades acerca de los derechos de las mujeres y las niñas, y para apoyar a las víctimas de violencia de género, especialmente de mutilación genital femenina.
Lleva desde 2009 prestando apoyo voluntario a las actividades de un programa dirigido por Amnistía Internacional como miembro de un comité para combatir la violencia contra las mujeres. Madre de un chico, esta asistente ejecutiva afirma que quiere luchar por las mujeres y las niñas mientras pueda.
“Veo cosas inaceptables, por eso me he comprometido a luchar contra todas las formas de violencia basada en el género. Apoyamos a las víctimas y las atendemos desde el punto de vista médico y jurídico. No cobramos por esta labor, ni esperamos recibir nada a cambio. Mientras esté viva y tenga salud, voy a combatir la violencia contra las mujeres.
A través de nuestras actividades con Amnistía Internacional y otras partes asociadas, hemos conseguido unir a hombres, mujeres y jóvenes. Organizamos coloquios, sesiones formativas y diálogos intergeneracionales para debatir sobre el matrimonio precoz, la violencia de género y los derechos humanos. Ahora los miembros de las comunidades empiezan a hablar entre ellos sobre asuntos que antes no se atrevían a plantear. También invitamos con frecuencia a líderes religiosos a nuestras actividades.
Aunque sé que no será fácil, soy muy optimista.
Mariame Dabo
Hacemos visitas periódicas a domicilio. Nos sentamos con las parejas a hablar sobre la mutilación genital femenina o la violencia de género. Los hombres son mis amigos. Hablo mucho con hombres y niños. No debe haber tabúes. También hacemos programas de radio. Las emisoras de radio comunitarias son cercanas a la gente, y las hemos utilizado como puerta de entrada para llegar a nuestros destinatarios.
Formamos comités de vigilancia y alerta. En Koussanar, localidad del departamento de Tambacounda, un miembro de uno de estos comités pudo salvar a ocho niñas a las que habían reunido para mutilarlas. También, en asociación con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), organizamos campamentos de recuperación para mujeres con fístula [perforación entre la vagina y la vejiga y/o el recto que causa la filtración de orina y/o heces a la vagina].
De víctima a sobreviviente
Ser yo misma una víctima de mutilación genital femenina me llevó a trabajar con niñas para apoyarlas, y para convencer a padres y madres de que pongan fin a esta práctica. Sólo tuve un hijo debido al dolor que padecí en el parto y durante los seis meses siguientes. Con el tipo de mutilación genital femenina que yo había sufrido, llamada infibulación, agarran las tijeras y, como solemos decir, te cortan el sexo para que pueda salir el bebé. Tuve problemas después, me dolía mucho. No me importa hablar de ello. No tengo ningún tabú. No le deseo a ninguna mujer o niña que sufra lo que yo sufrí.
Estoy muy esperanzada porque, desde que empezamos la actividad, notamos que las ablaciones han empezado a disminuir. Algunos han dejado de hacerlo porque ahora conocen la ley de 1999 que prohíbe la ablación. Porque, como siempre digo en la radio, si lo haces y te pillan, la pena es de entre tres y cinco años de cárcel. Pero pienso que el mejor enfoque es la sensibilización.
Es la forma correcta de abordar el problema: acercarse a la gente, hablar con ella y explicar las consecuencias.
Mariame Dabo
Las mujeres no son conscientes de todas las consecuencias de la ablación para su salud. En algunos casos causa la muerte; una niña puede perder mucha sangre y morir. Cuando la niña se hace adulta y queda embarazada, puede desarrollar una fístula [obstétrica] que, si no se trata, puede matarla. Si no nos hubiéramos atrevido a hablar de esto, las mujeres habrían seguido mutilando a las niñas con toda seguridad sin ser conscientes del dolor y el daño que les causaban. Hoy, muchas ya lo saben y han abandonado esta práctica. Mi propia madre lo ha comprendido. Sus nietas no han sido mutiladas.
En nuestras actividades identificamos a algunas de las mutiladoras. En uno de los coloquios preguntamos a la audiencia si había alguna en la localidad. Una mujer se puso en pie y dijo: “Sí, yo”. Ella y toda la comunidad participaron en nuestras actividades. Dijo que no lo haría más y pidió que nadie le llevara a su hija a casa para que la mutilara. Es la forma correcta de abordar el problema: acercarse a la gente, hablar con ella y explicar las consecuencias.
Son usos culturales. Las abuelas y las madres de las mutiladoras también lo eran. El cuchillo va pasando de generación en generación, es una tradición en nuestra región. En algunos grupos étnicos, si no estás mutilada te llaman impura. Ahora mucha gente sabe que no es así y abandona esta práctica. En general son las abuelas, madres y tías quienes encargan la mutilación de las niñas, y lo hacen a escondidas del padre. Por eso involucramos al cabeza de familia en nuestras actividades.
Nuestros teléfonos son como los números gratuitos, pueden llamarnos
en cualquier momento.
Mariame Dabo
Aunque sé que no será fácil, soy muy optimista. Es una batalla a largo plazo. Necesitamos personas voluntarias y víctimas que estén dispuestas a hablar de ello. Pienso que el Estado también tiene un papel decisivo en esto. Como parte del programa que estamos implementando [con Amnistía], hemos firmado un acuerdo de asociación con el Ministerio de Educación. Necesitamos crear sinergia en nuestro trabajo, para que cada ministerio implicado se comprometa a luchar contra la ablación.
También trato con hombres que pegan a sus esposas. Les hablo con calma y les pregunto si saben que eso es ilegal. Puedo denunciarles a la policía o a la gendarmería a petición de sus esposas, porque nosotros no tomamos decisiones por la víctima. Por mi edad y experiencia, no soy una extraña para la comunidad. En cuanto llego a casa de alguien y digo que quiero hablar con ellos, no hay problema. Algunos son reacios y se esconden, pero siempre nos las arreglamos para encontrarlos, porque trabajamos en colaboración con las autoridades locales.
Ejercemos de mediadores en la Casa de Justicia y, si no hay soluciones, acompañamos a la víctima a la gendarmería o a la policía. Hace poco me llamaron hacia las once de la noche por el caso de una mujer golpeada por su esposo. Tomé fotos, la acompañé al hospital y después a la Casa de Justicia, donde estaba citado a declarar su esposo. Nuestros teléfonos son como los números gratuitos, pueden llamarnos en cualquier momento.
Pasar la antorcha a la juventud
Mi mensaje a las chicas jóvenes es que estén alerta y trabajen duro para concienciar a sus iguales. Nuestra generación envejece y dentro de poco ya no podremos llevar a cabo misiones sobre el terreno, actividades ni todo lo necesario para combatir esta lacra.
Hemos logrado que chicos y chicas se agrupen en clubes escolares de educación en derechos humanos. Les pasamos la antorcha. A su edad no teníamos la oportunidad de recibir formación, pero ellos/as sí la tienen y creo que serán capaces de liderar la lucha hasta alcanzar el objetivo de cero violencia de género y cero mutilaciones genitales femeninas en nuestras comunidades.”
Como parte de un programa de educación en derechos humanos implementado en Burkina Faso, Senegal y Sierra Leona desde 2017, Amnistía Internacional trabaja para combatir la violencia de género mediante educación, sensibilización e incidencia, con vistas a cambiar mentalidades y conductas y promover la reforma de la legislación en estos países.