Payu Boonsophon, activista medioambiental de 29 años, fue criado en Chaiyaphum (Tailandia) por su abuelo, policía retirado, y su abuela. Apasionado por el poder popular, Payu cree que las protestas son fundamentales para garantizar que el cambio sea posible.
Sin embargo, hace dos años, cuando participaba en una protesta por la justicia medioambiental y los derechos humanos frente a la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Bangkok, Payu recibió en el ojo derecho el impacto de una de las balas de goma que un policía disparaba contra la multitud. Una de las balas de goma penetró en el globo ocular de Payu y lo dejó ciego.
Payu cuenta cómo ha reconstruido su vida y por qué eso no va a impedirle protestar.
En 2022, asistí a la protesta Ratsadon Stop APEC 2022 (que significa “personas contra el APEC”). El APEC había aprobado la Política de Economía Verde-Bio-Circular, obra del gobierno dominado por los militares para lavar su imagen. La política implicaba la intensificación de la guerra contra los recursos naturales de Tailandia y queríamos mostrarles el rostro humano de quienes iban a sufrir esta política.
Poco sabía entonces que mi vida estaba a punto de cambiar para siempre. La protesta no era nada fuera de lo común. Por lo general, las autoridades nos ponen obstáculos; sin embargo, como trabajo para una ONG, mi equipo y yo siempre evaluamos los riesgos y nos coordinamos con la policía para hacerlo lo más seguro posible.
En esta ocasión, mi atención estaba centrada en la seguridad y en si lograríamos llegar a la sede de la conferencia del APEC. No teníamos ninguna intención de recurrir a la violencia. Estábamos allí con otras personas que se manifestaban y nadie llevaba armas. Las únicas armas que teníamos eran nuestras pancartas y el equipo de sonido.
Me acuerdo de que vi que la policía antidisturbios bloqueaba nuestros avances, pero había un plan B. Si no nos dejaban seguir, íbamos a negociar con las autoridades para que nos dejaran pasar, explicando que estábamos allí para defender ciertas cuestiones. No queríamos causar ningún daño.
Amenazas y violencia
La policía discutía con la gente que estaba en primera línea, incluido yo. Yo llevaba un casco cuando un agente dijo: “Eh, tú, el del casco. Vas a aprender una lección, ya verás. Prepárate”. Pero teníamos la determinación de seguir con nuestras actividades.
De pronto, la policía empezó a usar porras contra quienes protestaban. No sé si fue un error o causado por la ira, pero un policía disparó una bala de goma al suelo para que la gente dejara de protestar. La bala rebotó y le dio a un manifestante. Algo iba mal. Eso no era lo que hacían normalmente.
No nos permitían pasar, así que esperamos antes de continuar con nuestras actividades. Después del almuerzo, empezamos nuestro ritual de maldición [que implicaba quemar chiles y sal en un hornillo].
Cuando terminamos, pusimos una parrilla de carbón usada en nuestro ritual sobre un coche de la policía. El fuego estaba apagado, pero de todos modos la policía usó un cañón de agua.
Quienes protestaban se enfadaron y entonces fue cuando la policía empezó a usar porras y balas de goma. Algunos policías intentaron impedir los enfrentamientos, pero nadie los escuchó; los mandos de la policía antidisturbios no controlaron la situación.
Dispararon balas de goma contra un coche y me preocupó que se rompiera el vidrio, sobre todo porque había manifestantes detrás del vehículo. Fui a ayudarles y, cuando me volví, una bala de goma me alcanzó en el ojo.
Una herida devastadora
Al principio, no supe lo que había pasado. Era un día caluroso, pero lo único que sentía era sangre fría en el cuello. Oía un zumbido y cuando fui a comprobar qué era, noté que me salía mucha sangre del ojo. Un agente se acercó y me dijo que fuera a una ambulancia.
Me di cuenta de que la herida era grave, pero por dentro me sentía bien. Estaba dispuesto a unirme de nuevo a la protesta.
Por un momento me preocupó si iba a ver después de esto, pero, al igual que en todas las protestas, habíamos hecho una evaluación de riesgos, así que estaba mentalmente preparado. No sentí pánico.
Camino del hospital, me acuerdo de que lo que más me preocupaba era mi familia, pero después tuve que recibir tratamiento y no tuve tiempo para pensar nada más.
A mis abuelos siempre les ha preocupado mi activismo. Como estudiante me incorporé a un grupo para organizar actividades de apoyo a comunidades afectadas por minas de carbón, pero no eran violentas. Mis abuelos me contaron que, cuando se enteraron de que me había alcanzado una bala de goma en el ojo, tuvieron miedo de que muriera. Dijeron que me donarían sus ojos. Temían que mi discapacidad me impidiera trabajar y que no fuera aceptado en la sociedad.
Sin embargo, después de que me dieran el alta, fui a casa y, con el tiempo, pude demostrarles que podía vivir normalmente y que no me ha afectado. Durante mi recuperación, me dieron todo su apoyo. No me pidieron que parase. Sólo me pidieron que hiciera una pausa, pero no que parase.
Reconstruir mi vida
Desde que perdí la visión en el ojo derecho, he tenido que adaptarme, pues ahora todo tiene otra perspectiva. Mientras me recuperaba, no conseguía agarrar las cosas. Tuve que aprender proactivamente a usar de nuevo mi cuerpo y reconstruir mi confianza en mí mismo. Cuando tenía dificultades para agarrar algo, me preocupaba que no iba a poder conducir. Me encanta conducir. Siempre he querido competir con coches o tener un taller, pero cuando me alcanzó la bala de goma, pensé que ya no iba a hacer realidad mi sueño. Ahora puedo montar en motocicleta y conducir un coche. Sigo pudiendo hacer las cosas que me encantan y me alegran. Diría que soy un 90% normal y eso ha aliviado la preocupación que tenía mi familia. Amnesty International
Creo sinceramente que la protesta es la única herramienta que puede usar el pueblo para que el Estado lo escuche. El pueblo está oprimido, le han arrebatado los recursos naturales. No tiene poder, no tiene voz. Hemos usado otros cauces puestos a disposición por el gobierno para denunciar problemas, pero nunca se ha hecho nada. La protesta es necesaria y esencial.
Como país, aún nos queda un largo camino por delante. En la situación actual, el panorama para las personas que se manifiestan pacíficamente no es bueno [en Tailandia] porque se las enjuicia. Necesitamos una nueva Constitución que dé más poder al pueblo y el gobierno local tiene que recibir el poder de resolver cosas por sí mismo.
En cuanto a mí, trato de vivir con normalidad y perseguir mis sueños. Sigo trabajando para la Red E-san de Reforma de la Tierra (Kor Por Aor), que defiende los derechos fundamentales del campesinado sin tierras que es aún más vulnerable debido al acaparamiento de tierras perpetrado por el Estado. Agradezco el apoyo que me han mostrado otras organizaciones, como Amnistía Internacional. He recibido muchas cartas de apoyo.
En el futuro, quiero ver cambios positivos en la sociedad y pienso de verdad que estamos un paso más cerca de tener democracia. Mientras las personas se amen y se comprendan entre sí, creo que el mundo será un lugar mejor.
Lo que le sucedió a Payu no debe sucederle a otras personas. Todo el mundo debe poder participar en protestas pacíficas con seguridad y sin miedo. El gobierno tailandés debe garantizar que la actuación policial en las protestas es compatible con el derecho y las normas internacionales de derechos humanos y exigir responsabilidades a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley por el uso ilegítimo de la fuerza y garantizar un recurso efectivo para todas las víctimas.