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Yasaman Aryani, de 24 años, cumple una larga condena de cárcel por hacer campaña en contra del uso obligatorio del velo.
Ya hay casos confirmados de COVID-19 en varias cárceles de todo Irán, lo que hace temer que presos y presas como Yasaman estén en peligro de infectarse del virus. La población reclusa corre un riesgo añadido respecto a las personas que están fuera de la cárcel, ya que no puede adoptar las mismas medidas de higiene y distanciamiento social. Incluso a algunas personas presas se les ha negado la debida atención médica, lo que podría dejarlas expuestas a sufrir los efectos del virus si lo contraen.
Yasaman es una de los varios centenares de presos y presas de conciencia encarcelados en Irán. Aunque recientemente ha visto rebajada su condena de dieciséis a nueve años y siete meses de cárcel tras presentar un recurso, nadie debería pasar un solo día en prisión por el ejercicio pacífico de sus derechos.
Nasrin Sotoudeh es una destacada abogada de derechos humanos y defensora de los derechos de las mujeres que ha dedicado su vida a trabajar pacíficamente por los derechos humanos, oponiéndose incluso a las leyes discriminatorias sobre el uso obligatorio del velo y a la pena de muerte. Fue detenida en su domicilio el 13 de junio de 2018.
En marzo de 2019, fue condenada a 33 años y seis meses de prisión y a 148 latigazos en relación con su trabajo en favor de los derechos humanos. De acuerdo con las normas de Irán sobre ejecución de condenas, el tiempo real de condena que tendrá que cumplir en este caso será 12 años.
Narges Mohammadi es una de esas mujeres iraníes que sorprende por su fuerza y su coraje. El 16 de noviembre la detuvieron para cumplir una nueva pena de prisión y sobre ella pesa también el terrible castigo de recibir 80 latigazos.
¿Qué ha hecho para merecer tal condena? Pedir justicia, reclamar verdad, acompañar a los familiares de víctimas de la violencia policial, clamar contra la pena de muerte. En definitiva, defender los derechos humanos. Lo que lleva haciendo toda la vida.
Hace apenas un año salió de prisión después de pasar encerrada más de cinco años durante los que le negaron hasta el contacto con sus hijos pequeños. En la cárcel su salud se deterioró gravemente y la castigaron sin los tratamientos que necesitaba.
Pero Narges continuó peleando. En noviembre de 2019, cuando las protestas y la represión se extendían por todo el país, participó en una sentada junto a otras compañeras presas en la cárcel de Evin para denunciar las muertes de cientos de manifestantes a manos de la policía.
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