Nasser Zefzafi llevaba una vida tranquila con su familia en el Rif, región del norte de Marruecos donde escasean las oportunidades de educación, empleo y asistencia médica y cuya población ha sido marginada por los sucesivos gobiernos del país.
En octubre de 2016, la muerte de un pescador aplastado en el interior de un camión de basura cuando intentaba recuperar el pescado que le habían confiscado las autoridades desencadenó una serie de protestas pacíficas en la ciudad de Nasser. Millones de personas marcharon pacíficamente para expresar su tristeza y frustración. Ya no aguantaban más. Exigían un cambio.
Entonces nació el movimiento de protesta Hirak El Rif y Nasser, firme partidario de la justicia y la igualdad, pasó a ser una de sus figuras destacadas. En los meses siguientes, las fuerzas de seguridad marroquíes detuvieron a cientos de manifestantes. Nasser fue arrestado el 29 de mayo de 2017 por interrumpir un sermón en una mezquita y acusar al imán de actuar como portavoz de las autoridades. Agentes de policía lo sometieron a tortura y otros malos tratos durante su custodia.
El 27 de junio de 2018 fue condenado a 20 años de prisión sólo por alzar la voz. Desde su arresto permanece recluido en régimen de aislamiento prolongado. Obligado a soportar condiciones terribles en la cárcel, Nasser ha sufrido un significativo deterioro de su salud. Entre otras afecciones, padece problemas respiratorios y visuales y dolor neurálgico. Las autoridades de la prisión le niegan la asistencia médica que necesita.