Cuando estallaron
las protestas en todo Chile por el aumento de los precios y la desigualdad, Gustavo Gatica estudiaba psicología en la capital, Santiago. Como millones de personas, él también salió a las calles. Las manifestaciones duraron semanas, captando la imaginación de todo el mundo. Este era el poder de la gente en acción y era impresionante. Las autoridades, sin embargo, tenían un punto de vista diferente.
En una fatídica protesta en noviembre, la policía cargó sus escopetas con munición de goma y metal y disparó a la multitud reunida. No fue diferente de otras protestas en las que cientos de personas resultaron heridas y docenas sufrieron lesiones oculares casi todos los días. Los responsables no detuvieron a la policía. En cambio, permitieron que la violencia continuara.
Gustavo estaba entre las multitudes ese noviembre. Le dispararon en ambos ojos y quedó permanentemente ciego. El ataque fue noticia en los titulares de todo el mundo.
Una investigación interna de la policía después del tiroteo encontró que nadie podía ser considerado responsable. Incluso sugirió que los propios manifestantes hirieron a Gustavo.
La Fiscalía Nacional está investigando ahora. Sin embargo, los que permitieron el ataque a Gustavo siguen impunes.
"Di mis ojos para que la gente se despertara", dice Gustavo. Mientras las manifestaciones continuaban, los manifestantes llevaban parches en los ojos y coreaban su nombre a la policía. Quieren justicia. Y nosotros también.