Esta semana, mientras las Naciones Unidas avanzan hacia una convención internacional sobre los derechos de las personas mayores, Amnistía Internacional lanza una nueva campaña: ¡Envejece con fuerza! Exigimos un mundo en el que los derechos humanos se respeten toda la vida y en el que las voces de las personas mayores dejen de ignorarse.
Personas mayores de todo el mundo hacen campaña activamente para defender nuestros derechos humanos, ya sea luchando contra el cambio climático, defendiendo los derechos LGBT+ o alzando la voz contra las desapariciones forzadas. Se niegan a dar un paso atrás o a guardar silencio.
Hemos pedido a tres activistas mayores que reflexionen sobre sus experiencias, los cambios por los que hacen campaña y cómo ser una persona mayor les da una perspectiva y una motivación excepcionales.
Cécile de Ryckel, 78 años, Bélgica
Cécile lleva siendo activista toda su vida y trabaja en la lucha contra el racismo y el cambio climático.
¿Por qué te hiciste activista?
Durante una crisis de carencia de hogar entre las personas migrantes en Bélgica, en 2015, mi esposo y yo alojamos a dos personas de Etiopía a quienes las autoridades habían dejado dormir en un parque de la ciudad. Nos dijeron que en Etiopía eran pequeños agricultores y cultivaban alimentos para sus familias. Pero que allí llovía con menos frecuencia y cultivar alimentos era cada vez más difícil. Fue entonces cuando comprendí que el cambio climático era uno de los problemas más importantes del mundo en nuestros días, y que tendría graves consecuencias.
Poco después participé en un asamblea ciudadana en la que se debatió cuál era la mejor manera de abordar el cambio climático y de reducir las emisiones de carbono. Aprendimos a movilizar a las personas y a cambiar los comportamientos. Me uní a un colectivo de trabajo de incidencia, Abuelos y Abuelas por el Clima, y comencé a trabajar activamente en el problema.
¿Por qué cambio estás haciendo campaña?
Pronto comprendimos que los bancos y otras instituciones financieras, a través de sus inversiones, eran responsables de una parte importante de nuestra huella de carbono y con frecuencia financiaban directamente proyectos que eran “bombas de carbono”. Nos preguntamos de qué manera, como personas mayores, podíamos animar a los bancos a desinvertir en combustibles fósiles, y comenzamos a difundir el mensaje de que todos y todas podemos tomar decisiones informadas que apoyen las inversiones económicas verdes.
Me sorprende todo lo que he aprendido durante mi trayectoria como activista. Los bancos y sus inversiones causan graves impactos en la crisis climática. Ahora trabajamos en estrecho contacto con organizaciones de jóvenes para reforzar nuestro impacto y ejercer nuestra influencia.
¿Por qué es importante este problema para ti como persona mayor?
Tenemos la responsabilidad ante las generaciones futuras de abordar este desafío ahora. Ya ha causado efectos de gran alcance en personas de todas las edades. Recuerdo que cuando era una niña bromeábamos diciendo que una persona mayor era alguien que “no pasaría del invierno”, pero hoy, debido al aumento de las temperaturas, lamentablemente tenemos que preguntarnos si algunas personas mayores podrán “pasar del verano”.
Hace poco vi que un grupo de mujeres mayores ha ganado una histórica causa judicial en la que se resolvió que la pusilánime política del gobierno suizo en materia de cambio climático había violado sus derechos. Esto ayudará a promover considerablemente la causa, para personas de todas las edades.
¿Ha afectado a tu activismo el hecho de ser una persona mayor?
Considero que mis años de experiencia me ayudan a ver cuál es el mejor camino para lograr el impacto que queremos. Como personas mayores, podemos llamar la atención sobre estos asuntos; con frecuencia, las personas más jóvenes y los medios de comunicación tienen interés en lo que tenemos que decir sobre el asunto. Ya soy mayor, pero aún me siento muy activa, creativa y motivada; todos nos cansamos en algunos momentos, pero es indudable que debemos actuar ahora.
Amina Musa, 72 años, Nigeria
Amina es una activista en favor de las víctimas del conflicto armado en el nordeste de Nigeria y sus familias, incluidas las personas que han sido víctimas de homicidio o detención ilegítimos.
¿Por qué te hiciste activista?
Me hice activista hace nueve años, cuando Boko Haram nos obligó a abandonar nuestros hogares y acabamos viviendo en campos controlados por el gobierno nigeriano. Los militares hicieron acusaciones infundadas de que nuestros hijos estaban relacionados con Boko Haram. A nuestros hijos les vendaban los ojos, los detenían y recluían en condiciones inhumanas. No me quedó otra opción que comenzar a hacer campaña por su liberación. Como madres, nos unimos y pusimos en marcha un movimiento para exigir justicia.
¿Por qué cambio estás haciendo campaña?
Exigimos que las personas detenidas ilegítimamente sean puestas en libertad de inmediato y que el gobierno investigue las graves violaciones de derechos humanos que han sufrido. Algunos de nuestros hijos llevan más de 10 años detenidos. Ya basta, queremos justicia.
¿Cómo ha afectado a tu activismo el hecho de ser una persona mayor?
Al ser personas mayores, con frecuencia nuestros gobiernos nos abandonan y nos ignoran a causa de nuestra edad. Nos marginan de las consultas o la participación relativas a nuestra comunidad, nos descartan y nos dicen que somos demasiado viejos. Pero yo no cederé por mi edad. A veces, al ser una persona mayor puedo causar más impacto porque, para algunas personas en mi sociedad, mis palabras tienen más peso. En general, diría que mi edad es algo positivo en lo que se refiere a mi activismo.
A otras personas mayores les digo que deben seguir con su activismo y asumir los desafíos, y que nuestro activismo también puede inspirar a personas más jóvenes. Sé que no es fácil, pero estas causas son importantes. La edad no debe disuadirnos y no nos disuadirá de trabajar para que en nuestra sociedad no haya injusticias.
Juan Jacobo Hernández, 82 años, México
Juan es activista en cuestiones sociales y de liberación LGBTQ+.
¿Por qué te hiciste activista?
En la década de 1960 formé parte de los movimientos estudiantiles de México. Entonces ocurrieron los hechos de Stonewall: En aquellas fechas yo tenía un novio que vivía en Nueva York, y me dijo que tenía que ir a verlo por mí mismo. Fui testigo de la primera rebelión LGBTQ+: la primera vez que hombres gays, personas trans y lesbianas se levantaban y se enfrentaban a la policía.
Al regresar a México, pusimos en marcha el Frente de Liberación Homosexual. Aprendí mucho sobre cómo hacer visibles las protestas y cómo hacer oír nuestras voces. Finalmente, hubo un espacio en el que podíamos ser activos, en el que podíamos hacer algo.
¿Por qué cambio estás haciendo campaña?
Cuando comencé mi activismo, no empleábamos el término “derechos humanos”, pero siempre se ha tratado de eso. Organizábamos grandes manifestaciones contra la represión política, por la abolición de la pena de muerte y para luchar contra las restricciones de las protestas sociales. La persecución del gobierno era muy real y cercana a nosotros por entonces: los hombres gays y las mujeres trans eran perseguidos, detenidos por la policía, extorsionados y golpeados.
Cuando salíamos a la calle, pensábamos que algo malo podía ocurrir. Luchábamos por nuestras vidas, por nuestra seguridad, por nuestro derecho a estar en la calle sin que nos golpearan, robaran o mataran.
¿Por qué es importante este problema para ti como persona mayor?
A veces, los hombres gays mayores en México se esfuerzan por unirse o por tener grupos o espacios en los que puedan implicarse. Esto puede obedecer a varios motivos; por ejemplo, en algunos casos, no haber revelado su condición a sus familiares.
En toda mi vida, nunca he dejado de ser activista. La epidemia de sida hundió la primera fase de la liberación gay. Murieron muchos activistas y [cuando me hice mayor] reconocí la necesidad de transmitir mi experiencia, mis conocimientos y valores [a la generación más joven]. Desde 1981 formo parte del Colectivo Sol, en el que trabajo para desarrollar y fortalecer la capacidad de las pequeñas organizaciones de base que trabajan en las cuestiones LGBTQ+ más apremiantes que hoy están planteadas.
Todas las personas tenemos derechos humanos, pero con frecuencia no somos conscientes de ello. En nuestra comunidad, a menudo no entendemos plenamente lo que significa la ciudadanía y los derechos que nos asisten. Durante toda mi vida como activista he aprendido que, al movilizar a la gente para que reclame sus derechos, paso a paso, poco a poco, podemos ver cambios reales.
¿Ha afectado a tu activismo el hecho de ser una persona mayor?
Mi vida como activista significa que puedo mirar atrás y decir que he sido testigo de tres grandes momentos de la liberación LGBTQ+. El primero fue cuando formamos organizaciones políticas, saliendo de la sombra y rompiendo el silencio. El segundo fue la epidemia de VIH/sida, cómo creó una conexión entre la liberación LGBTQ+ y las personas que vivían con VIH, con independencia de si eran o no LGBTQ+. Esta conexión fue poderosa e impulsó al movimiento.
Y en las últimas semanas hemos visto lo que considero el tercer gran momento: la aprobación de legislación nacional que prohíbe la terapia de conversión. Este avance ha sido el resultado de siete años de trabajo de campaña, y tendrá un gran impacto en las percepciones de la sexualidad y la identidad de género.
Ahora el movimiento trans es muy potente y visible, y hace campaña por cuestiones que están muy cerca de la vida diaria ya que hace frente a esa exclusión. Admiro de verdad a todas las organizaciones que impulsan la lucha. Como activista mayor, considero un privilegio ver cómo estas generaciones más jóvenes responden a los nuevos desafíos; es algo con los que nunca soñamos en nuestro movimiento cuando éramos jóvenes.