Por qué proteger a quienes defienden los derechos humanos debe ser prioridad – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

Por qué proteger a quienes defienden los derechos humanos debe ser prioridad


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Por Guadalupe Marengo, directora del Programa de Personas Defensoras de los Derechos Humanos de Amnistía Internacional

2024 ha sido un año particularmente difícil para los derechos humanos, en el que líderes de todo el mundo han promovido discursos que amenazan los conceptos más básicos de derechos y justicia.

Millones de personas de todo el mundo sufrieron desigualdad, injusticia, conflictos y trágicamente hasta genocidio. Entre ellas, quienes defienden los derechos humanos han arriesgado su propia vida y su seguridad para arrojar luz sobre abusos y luchar por la justicia, mientras los gobiernos, en el mejor de los casos, no han tomado medidas suficientes para protegerlas y, en el peor, las han atacado.

Sus historias llenarían miles de páginas.

Ahí está, por ejemplo, Zholia Parsi, del Movimiento Espontáneo de Mujeres Afganas, quien sigue haciendo campaña contra la persecución de género en Afganistán incluso después de haber sido detenida, torturada y luego obligada a exiliarse por protestar contra el intento de borrar a las mujeres de su país. O Leonela Moncayo, una joven de Ecuador que forma parte de una campaña para acabar con la quema de gas resultante de la extracción de crudo a través de “mecheros” cerca de zonas pobladas en la Amazonia ecuatoriana, y que sigue luchando a pesar de enfrentarse a intimidaciones y ataques.

El trabajo de activistas como ellas es esencial no sólo para garantizar que los derechos humanos son respetados, sino también, como recordó recientemente a los Estados la relatora especial de la ONU sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, para garantizar que el desarrollo es sostenible, equitativo e inclusivo.

La protección de las personas activistas de derechos humanos y de su crucial labor fue una de las razones que impulsaron la elaboración de la Declaración ONU sobre los Defensores de los Derechos Humanos en 1998. El documento, acordado por consenso por los Estados miembros de la ONU, insta a los gobernantes a desarrollar sistemas sólidos que garanticen que todas las personas podamos alzar la voz, organizarnos y pedir cuentas a los gobernantes sin temor a represalias.
Contar con una comunidad próspera y diversa de personas defensoras de los derechos humanos con los medios, la seguridad y el espacio necesarios para denunciar a quienes detentan el poder y desarrollar soluciones alternativas a los problemas de la sociedad es una condición previa esencial para un futuro mejor.

Guadalupe Marengo, directora del Programa de Personas Defensoras de los Derechos Humanos de Amnistía Internacional.

Sin embargo, aunque el texto de 1998 fue un hito crucial, decepcionantemente no se ha traducido en acciones efectivas para proteger realmente a quienes defienden los derechos humanos de los constantes ataques que sufren, los múltiples sistemas de opresión a los que se enfrentan y los diversos retos que plantean las luchas en las que participan. Animo a cualquiera a consultar el HRD Memorial, una base de datos en la que recogemos los perfiles de miles de personas defensoras asesinadas desde que se adoptó la Declaración.

En las dos décadas y media que han transcurrido desde que se aprobó la Declaración sobre los Defensores de los Derechos Humanos en la ONU, los retos han aumentado. Cuando organizamos la Cumbre Mundial de Defensores de los Derechos Humanos en París en 2018, defensores y defensoras de todo el mundo compartieron sus experiencias sobre las dificultades a las que se enfrentan cuando luchan por la justicia en un contexto de profunda desigualdad socioeconómica, discriminación y violencia por motivos de género y sexualidad, colonialismo, racismo, migración forzada y barreras a la movilidad, y en el contexto de una crisis climática y un medio ambiente saqueado, plagado de conflictos, corrupción, autoritarismo y los desafíos que plantean las nuevas tecnologías.

En la Cumbre, personas defensoras pidieron a los Estados que tomaran medidas concretas para protegerles.

Hasta el día de hoy, su llamamiento sigue sin ser escuchado.
Un mundo en el que quienes defienden los derechos humanos estén seguros es un mundo más seguro para todas las personas.

Guadalupe Marengo

En cambio, en los últimos años, el retroceso de los derechos humanos y el asalto a defensores y defensoras se ha acelerado, mientras que las ideas más básicas y hasta ahora ampliamente consensuadas de justicia se ponen constantemente en tela de juicio.

Lo veo cada vez que nuevas leyes restringen aún más la libertad de expresión, reunión y asociación. Cada vez que quienes luchan por los derechos humanos son discriminados, agredidos, criminalizados y difamados. También lo veo de formas más sutiles, como cuando la financiación y los recursos se utilizan para sofocar ciertas voces y amplificar otras, o cuando las luchas por los derechos humanos de personas discriminadas y marginadas se deslegitiman y se pintan como peligrosas o dudosas, sólo porque son críticas con quienes detentan el poder.

Pero eso no significa que no sigamos luchando.

En junio de este año, como seguimiento de la Cumbre de París, una coalición internacional de organizaciones de la sociedad civil que trabajan junto a personas defensoras de los derechos humanos, incluido mi equipo de Amnistía Internacional, publicó la Declaración sobre los Defensores de los Derechos Humanos+25. En ella se resumen las décadas de aprendizaje sobre los retos actuales a los que se enfrentan las personas defensoras, y se complementa la declaración original con directrices basadas en los avances logrados por la legislación y la práctica de los derechos humanos durante los últimos 25 años. El suplemento recomienda a los Estados que por ejemplo establezcan medidas de protección que tengan en cuenta los aspectos colectivos e interseccionales de las luchas por los derechos humanos, que pongan fin a la estigmatización y criminalización y que aborden las violaciones facilitadas por la tecnología. También incluye recomendaciones sobre cómo proteger a personas desplazadas y exiliadas, y sobre las funciones y responsabilidades de agentes no estatales, como las empresas.

Contar con una comunidad próspera y diversa de personas defensoras de los derechos humanos con los medios, la seguridad y el espacio necesarios para denunciar a quienes detentan el poder y desarrollar soluciones alternativas a los problemas de la sociedad es una condición previa esencial para un futuro mejor.

2024 fue un año difícil, así que mi deseo para 2025 es que los Estados de todo el mundo cumplan sus compromisos, reconozcan el papel clave que desempeñan los defensores y defensoras de derechos humanos en la lucha contra la injusticia y garanticen que pueden hacerlo sin temor.

Un mundo en el que quienes defienden los derechos humanos estén seguros es un mundo más seguro para todas las personas.

Este artículo fue originalmente publicado en Artículo 14.

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