UN DECENIO EN PRISIÓN POR OPONERSE AL USO OBLIGATORIO DEL VELO
Dos defensoras iraníes de los derechos de las mujeres, Yasaman Aryani y Monireh Arabshahi, fueron condenadas a 16 años de prisión cada una, y una tercera, Mojgan Keshavarz, a 23 años y 6 meses. Las tres son presas de conciencia, recluidas únicamente por su campaña pacífica en contra de la discriminatoria legislación sobre el uso obligatorio del velo. Si se confirman las sentencias en apelación, cada una de ellas deberá cumplir 10 años del total al que han sido condenadas.
Como Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz fueron declaradas culpables de múltiples cargos, cada uno de ellos penado con una condena de prisión distinta, si sus sentencias y condenas se confirman en apelación tendrán que cumplir una sola condena, la más larga, que es de 10 años en todos los casos.
El 8 de marzo de 2019 se hizo viral un vídeo que mostraba a Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz sin pañuelo en la cabeza, repartiendo flores entre las pasajeras del metro de Teherán y hablando de su confianza en un futuro en el que todas las mujeres de Irán tengan libertad para decidir qué llevar puesto. En el vídeo, Yasaman Aryani ofrece una flor a una mujer con hiyab y le dice que espera que un día puedan caminar juntas por la calle, “yo sin hiyab y tú con él”. Tras la publicación del vídeo, el 10 de abril de 2019 Yasaman Aryani fue detenida por las fuerzas de seguridad en casa de su familia, en Teherán. Al día siguiente detuvieron a su madre, Monireh Arabshahi, cuando acudió al centro de detención de Vozara, en Teherán, a preguntar por ella, y la llevaron a la prisión de Shahr-e-Rey, situada en Varamin, cerca de Teherán. Mojgan Keshavarz fue detenida por la fuerza alrededor de dos semanas más tarde, el 25 de abril de 2019, y llevada igualmente a la prisión de Shahr-e Rey.
Tras su detención, Yasaman Aryani quedó recluida en régimen de aislamiento en el centro de detención de Vozara, sin acceso a su familia ni a un abogado, durante nueve días. En ese tiempo, las autoridades ocultaron a su familia su suerte y su paradero, por lo que estuvo sometida a desaparición forzada. Tras persistentes gestiones de sus familiares, se permitió a Yasaman Aryani llamarlos brevemente seis días después de su detención. Según la información conseguida por Amnistía Internacional, al teléfono parecía angustiada y no podía hablar libremente, lo que indicaba que había guardias de seguridad presentes. Recluida en régimen de aislamiento, la amenazaban de manera habitual con —entre otras cosas— detener al menor de sus hermanos y a su padre si no se mostraba ante la cámara para retractarse de su oposición al uso obligatorio del velo, condenar la campaña contra la legislación sobre tal uso (Miércoles Blancos) y expresar su “arrepentimiento” por haberse dejado “incitar” por “agentes de la oposición antirrevolucionaria” de fuera del país. También se burlaron de ella diciéndole que todo el mundo se había olvidado de su caso.
El 18 de abril, Monireh Arabshahi fue trasladada al centro de detención de Vozara. A Yasaman Aryani y a ella las sacaron sin explicación alguna del centro de detención de Vozara y las llevaron en una furgoneta a un lugar sin identificar de Teherán. Al salir de la furgoneta se encontraron ante un equipo de grabación de la Radiotelevisión de la República Islámica de Irán que las filmó sin su consentimiento. Las llevaron a una habitación para que el equipo las “entrevistara” y, ante su negativa, les dijeron que no tenían más remedio que contestar a las preguntas. Madre e hija pasaron entonces una noche en el centro de detención de Vozara, hasta que el 19 de abril las llevaron a la prisión de Shahr-e Rey, donde permanecen desde entonces.
La seguridad y el bienestar de Yasaman Aryani, Monireh Arabshahi y Mojgan Keshavarz corren peligro en la prisión de Shahr-e Rey. Son frecuentes los informes sobre mujeres agredidas allí por otras reclusas y por personal penitenciario, así como sobre la prevalencia de problemas mentales, autolesiones y consumo generalizado de drogas. De acuerdo con los informes, el agua es salina y no apta para beber, por lo que las reclusas no tienen más remedio que comprar caras garrafas de agua potable en la tienda de la prisión. Asimismo, la comida se describe como incomestible, y la mayoría de las reclusas prefieren comprarse en la tienda sus propios alimentos, en su mayoría productos enlatados. En general, las presas reciben ayuda económica de sus familias o trabajan en la prisión para comprarse el agua y la comida. Otras quejas comunes son los frecuentes cortes de electricidad, la falta de ventilación adecuada o de instalaciones de aire acondicionado, la falta de cuartos de baño suficientes y su suciedad, la poca presión del agua de las duchas y la enorme escasez de camas, que obliga a muchas reclusas a dormir en el suelo. También se niega a las reclusas el acceso a servicios médicos adecuados, lo que fomenta la prevalencia de enfermedades contagiosas, como tuberculosis y hepatitis infecciosa.
Las leyes que imponen el uso obligatorio del velo violan numerosos derechos, entre ellos los derechos a la igualdad, la intimidad y la libertad de expresión y de creencias. Esta legislación degrada también a las mujeres y las niñas, privándolas de su dignidad y su autoestima., recluidas únicamente por su campaña pacífica en contra de la discriminatoria legislación sobre el uso obligatorio del velo. Si se confirman las sentencias en apelación, cada una de ellas deberá cumplir 10 años del total al que fueron condenadas.
Como Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz fueron declaradas culpables de múltiples cargos, cada uno de ellos penado con una condena de prisión distinta, si sus sentencias y condenas se confirman en apelación tendrán que cumplir una sola condena, la más larga, que es de 10 años en todos los casos. El 8 de marzo de 2019 se hizo viral un vídeo que mostraba a Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz sin pañuelo en la cabeza, repartiendo flores entre las pasajeras del metro de Teherán y hablando de su confianza en un futuro en el que todas las mujeres de Irán tengan libertad para decidir qué llevar puesto. En el vídeo, Yasaman Aryani ofrece una flor a una mujer con hiyab y le dice que espera que un día puedan caminar juntas por la calle, “yo sin hiyab y tú con él”. Tras la publicación del vídeo, el 10 de abril de 2019 Yasaman Aryani fue detenida por las fuerzas de seguridad en casa de su familia, en Teherán. Al día siguiente detuvieron a su madre, Monireh Arabshahi, cuando acudió al centro de detención de Vozara, en Teherán, a preguntar por ella, y la llevaron a la prisión de Shahr-e-Rey, situada en Varamin, cerca de Teherán. Mojgan Keshavarz fue detenida por la fuerza alrededor de dos semanas más tarde, el 25 de abril de 2019, y llevada igualmente a la prisión de Shahr-e Rey.
Tras su detención, Yasaman Aryani quedó recluida en régimen de aislamiento en el centro de detención de Vozara, sin acceso a su familia ni a un abogado, durante nueve días. En ese tiempo, las autoridades ocultaron a su familia su suerte y su paradero, por lo que estuvo sometida a desaparición forzada. Tras persistentes gestiones de sus familiares, se permitió a Yasaman Aryani llamarlos brevemente seis días después de su detención. Según la información conseguida por Amnistía Internacional, al teléfono parecía angustiada y no podía hablar libremente, lo que indicaba que había guardias de seguridad presentes. Recluida en régimen de aislamiento, la amenazaban de manera habitual con —entre otras cosas— detener al menor de sus hermanos y a su padre si no se mostraba ante la cámara para retractarse de su oposición al uso obligatorio del velo, condenar la campaña contra la legislación sobre tal uso (Miércoles Blancos) y expresar su “arrepentimiento” por haberse dejado “incitar” por “agentes de la oposición antirrevolucionaria” de fuera del país. También se burlaron de ella diciéndole que todo el mundo se había olvidado de su caso.
El 18 de abril, Monireh Arabshahi fue trasladada al centro de detención de Vozara. A Yasaman Aryani y a ella las sacaron sin explicación alguna del centro de detención de Vozara y las llevaron en una furgoneta a un lugar sin identificar de Teherán. Al salir de la furgoneta se encontraron ante un equipo de grabación de la Radiotelevisión de la República Islámica de Irán que las filmó sin su consentimiento. Las llevaron a una habitación para que el equipo las “entrevistara” y, ante su negativa, les dijeron que no tenían más remedio que contestar a las preguntas. Madre e hija pasaron entonces una noche en el centro de detención de Vozara, hasta que el 19 de abril las llevaron a la prisión de Shahr-e Rey, donde permanecen desde entonces.
La seguridad y el bienestar de Yasaman Aryani, Monireh Arabshahi y Mojgan Keshavarz corren peligro en la prisión de Shahr-e Rey. Son frecuentes los informes sobre mujeres agredidas allí por otras reclusas y por personal penitenciario, así como sobre la prevalencia de problemas mentales, autolesiones y consumo generalizado de drogas. De acuerdo con los informes, el agua es salina y no apta para beber, por lo que las reclusas no tienen más remedio que comprar caras garrafas de agua potable en la tienda de la prisión. Asimismo, la comida se describe como incomestible, y la mayoría de las reclusas prefieren comprarse en la tienda sus propios alimentos, en su mayoría productos enlatados. En general, las presas reciben ayuda económica de sus familias o trabajan en la prisión para comprarse el agua y la comida. Otras quejas comunes son los frecuentes cortes de electricidad, la falta de ventilación adecuada o de instalaciones de aire acondicionado, la falta de cuartos de baño suficientes y su suciedad, la poca presión del agua de las duchas y la enorme escasez de camas, que obliga a muchas reclusas a dormir en el suelo. También se niega a las reclusas el acceso a servicios médicos adecuados, lo que fomenta la prevalencia de enfermedades contagiosas, como tuberculosis y hepatitis infecciosa.
Las leyes que imponen el uso obligatorio del velo violan numerosos derechos, entre ellos los derechos a la igualdad, la intimidad y la libertad de expresión y de creencias. Esta legislación degrada también a las mujeres y las niñas, privándolas de su dignidad y su autoestima.
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