“Para que la sociedad cambie, las personas con discapacidad deben ser incluidas en la lucha.” – Amnistía Internacional Argentina | Defendemos los derechos humanos

“Para que la sociedad cambie, las personas con discapacidad deben ser incluidas en la lucha.”


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Kyung Seok Park, surcoreano de 64 años, es activista de los derechos de las personas con discapacidad. Cuando tenía 22 años sufrió un accidente de ala delta que lo dejó en silla de ruedas. Tras pasar cinco años confinado en casa, encontró las fuerzas para aventurarse a salir. Indignado ante la falta de transporte accesible para las personas con discapacidad, Kyung Seok se hizo activista y lleva 40 años haciendo campaña para que cambien las cosas.

Kyung Seok nos habla de su atrevimiento, su protesta pacífica y los abusos que sufrió a manos de la policía…



Siempre fui muy atrevido. Faltaba a la iglesia y me saltaba las clases. Pero era inteligente y en la universidad me alisté en la Armada, donde formé parte de las Fuerzas Especiales. Aprendí a saltar en paracaídas y a bucear. Me encantó el salto en paracaídas y, cuando volví a casa dos años después para terminar los estudios universitarios, decidí aprender a volar en ala delta para volver a sentir esa emoción.

Recuerdo muy bien el día de mi accidente. Mi madre me pidió que fuera a la iglesia pero, como de costumbre, dije que no. Quería asistir a un evento de ala delta. Cuando iba volando en ala delta ladera abajo, el paracaídas no funcionó y mi vida cambió para siempre. Tenía 22 años y me quedé parapléjico del pecho para abajo. No fue un simple accidente de ala delta; fue el accidente de mi vida.

Yo era una persona que procuraba estar en forma, pero después del accidente me negué a salir de casa durante cinco años. En los años ochenta no había atención médica para las personas como yo. Estaba atrapado y solo en mi casa, sin rehabilitación de ninguna clase. Perdí el sentido de mí mismo, me rendí y sólo pensaba en cómo podía morir.



Kyung Seok Park es un activista que defiende los derechos de las personas con discapacidad.
Mi madre dijo que si me moría tenía que ir al cielo, así que pidió a unas misioneras que vinieran a mi casa. Una joven misionera empezó a visitarme todas las semanas. Me enseñó inglés, y más adelante se casó con mi hermano. Poco a poco fui recuperando las ganas de vivir. Otra misionera se convirtió en mi novia, pero rompimos porque su familia se oponía a nuestra relación. Aun así, ella me sugirió que acudiera a un centro de asistencia social para personas con discapacidad que había cerca de mi casa.

En 1988 salí de casa por primera vez. Fue un gran año no sólo para mí, sino también para mi país. Seúl organizaba los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, y esto significó que el gobierno recibió presiones para priorizar las necesidades de las personas con discapacidad… aunque eso nunca ha llegado a ocurrir.

Derribar muros


Vivir con una discapacidad física en Corea del Sur es un reto increíble. Voy en silla de ruedas, y la movilidad fue la mayor barrera que encontré en los años ochenta. Las calles estaban llenas de rampas y baches, los edificios carecían de acceso sin escalones. Era imposible utilizar el transporte público. Tenía suerte de que el centro de asistencia estuviera estaba cerca de mi casa; aun así, recorrer la calle era difícil.

Pero yo estaba decidido a completar el curso de informática para poder tener un trabajo remunerado y ser un buen ejemplo para mis familiares y amistades. Terminé el curso al cabo de un año, pero el centro no me ofreció trabajo. Necesitaba desesperadamente un empleo así que volví a la universidad, donde recibí una beca por mis buenas calificaciones. Quería ser trabajador social con mi titulación, pero me decían que ya no tenía edad o que mi discapacidad sería un obstáculo.

La gente del centro de asistencia estaba implicada en el movimiento por los derechos de las personas con discapacidad y decía que este problema no podíamos arreglarlo por nuestra cuenta, que era necesario un cambio social. A mí me parecía radical. Me ofrecieron trabajar de voluntario en una escuela nocturna para personas con discapacidad. Me escandalizó saber que el 40% de las personas con discapacidad no podían terminar la educación primaria debido a la falta de transporte público accesible.
Intensificamos nuestro activismo y nos atamos a las vías del tren para impedir físicamente el paso de los trenes. Sólo queríamos ascensores en todas las estaciones de metro.

Kyung Seok Park

En ese periodo encontré el empleo soñado como trabajador social, pero decidí renunciar a él para trabajar a tiempo completo en la escuela nocturna, de la que acabé siendo director.

En 1999, un alumno tenía que usar el metro para asistir a un acto cultural. Pero no había ascensor —de hecho, no había ascensor en ninguna estación de metro—, así que utilizó un elevador para sillas de ruedas. El elevador se rompió y el alumno, que resultó herido de gravedad, estuvo cuatro semanas hospitalizado.

Como director, no podía disculpar lo sucedido y empecé a protestar. Llevamos a los tribunales a la estación de metro de Seúl, ganamos y el estudiante herido obtuvo una indemnización. Como resultado, esta estación fue una de las primeras donde se instaló ascensor en Corea del Sur. Sin embargo, en aquella época, las autoridades buscaron una solución rápida y trataron de instalar más elevadores para sillas de ruedas, que nosotros llamábamos “máquinas asesinas” después de que una pareja de avanzada edad muriera al usar uno. Tras estos episodios intensificamos nuestro activismo y nos atamos a las vías del tren para impedir físicamente el paso de los trenes. Sólo queríamos ascensores en todas las estaciones de metro, autobuses accesibles y un sistema de taxi.

Ser activista


Comprendí que, para que la sociedad cambiara, necesitábamos ser incluidos.

Desde que empecé a protestar he observado que la reacción de la policía depende de quien esté dirigiendo nuestro país. Ahora hay un gobierno conservador y la actitud ha cambiado. Las autoridades nos roban las pancartas, nos impiden viajar en metro y nos expulsan de los trenes. Se burlan de nosotros, rompen nuestras sillas y a mí me han estrangulado hasta dejarme sin respiración.



El activista Kyung Seok Park interviene en un acto en favor de la Campaña Escribe por los Derechos de Amnistía Internacional.
Cuando usamos el metro de Seúl, el personal nos trata con violencia. Y cuando nos vamos, la policía dicta órdenes de arresto.

Es como si el alcalde se hubiera propuesto hacernos retroceder en nuestras conquistas, despreciando descaradamente la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por Corea del Sur. Es un ladrón, que nos está arrebatando nuestros derechos desde hace más de 700 días ya.

Necesitamos más medidas de protección, y necesitamos que nos dejen protestar y hacer oír nuestras voces. En Corea del Sur existe una ley según la cual el gobierno debe planificar la mejora de los derechos de las personas con discapacidad. Sin embargo, no quieren financiarlo.
El movimiento en defensa de los derechos de las personas con discapacidad ha librado una batalla en solitario; de ahí la enorme solidaridad y cordialidad que sentimos al ser parte de un gran movimiento.

Kyung Seok Park

Agradezco el apoyo que estamos recibiendo de todo el mundo. Significa mucho ser parte de la campaña Escribe por los Derechos de Amnistía Internacional. El movimiento en defensa de los derechos de las personas con discapacidad ha librado una batalla en solitario; de ahí la enorme solidaridad y cordialidad que sentimos al ser parte de un gran movimiento.

Para quienes envíen cartas, quiero que sepan una cosa: este problema no sólo atañe a las personas con discapacidad. Es algo que debemos abordar entre todos. Ahora tengo 64 años. En mi tiempo libre me gusta crear diapositivas de PowerPoint y cantar en un grupo; sin embargo, el activismo ocupa una parte importante de mi vida, y no dejaré de protestar hasta que vea un cambio positivo.

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